Todos los días iban juntas al instituto, juntas asistían a las clase y juntas (no muchas veces, es buena verdad) hacían bolillos.
Eran amigas desde siempre y, como ellas decían: para siempre.
Este año, como los anteriores, llegó la tan esperada fiesta de fin de curso. La fiesta de este año era muy triste para las dos.
Para Lucía, porque terminaba su vida de estudiante. Para Sonia, porque era el último curso que pasaba en su ciudad.
A pesar de ser una fiesta deseada, las dos estaban un poco desanimadas. Pero no había salida; tenían que asistir.
Lucía había superado el curso con mucho esfuerzo y una gran ayuda de Sonia. Sabía que no podía continuar, que debía empezar a trabajar. Sabía que después de éste ya no habría más.
Sonia también sabía que después de este ya no habría más. Sonia estaba decidida a ser una gran ejecutiva y por eso se iba en unos días con sus padres a Boston, a pasar unas semanas y a buscar una universidad.
A pesar de eso, ambas iban a intentar que la fiesta fuera lo más alegre posible. Hay dos chicos esperando en el portal.
Dos chicos trajeados, más tiesos que una vela. Ninguno quería que sus trajes se arrugaran. Sabían que ellas iban a ser las más bonitas de la fiesta y querían estar a su altura.
Todos realizaron un gran esfuerzo para animar a Lucía, para animarse a sí mismos. Y, con sonrisas y lágrimas, al acabar la fiesta se despidieron y cada uno se retiró acompañado de sus propios pensamientos, de sus tristezas, con la seguridad de que ya nada sería como hasta ahora.
-Bueno, Sonia, escribe y cuéntanos cómo es América.
-Lo haré, pero seguro que son unos paletos que no saben divertirse.
-Lucía, nosotros podemos vernos al finalizar el verano, vale?
-Sí, claro, nos veremos.
Con frases como éstas, se iban despidiendo y tratando de que ninguno viera las lágrimas en los ojos de los otros.
Sonia ya tiene las maletas hechas, ya su cuarto está cerrado, ya su cama cubierta.
Ya es hora de partir y aunque sabe que un año no es nada, que en el verano volverá, sabe también que en esa habitación queda una parte de su vida que nunca más recuperará.
Lucía se pelea con un mechón de pelo. Está decidida a que todo en su aspecto sea perfecto, en que todo esté como debe de estar.
Sabe lo importante que es estar presentable, causar buena impresión. Lucía tiene hoy una entrevista de trabajo y sabe que con su escasa preparación, tiene que aprovechar la oportunidad.
Sabe que Sonia ha ayudado para que fuera recibida, pero que es ella la que tiene que ganarse el puesto. Necesita ese trabajo y nada puede salir mal. Así que este pelo tan rebelde ha de ser domado; ha de serlo y lo será.

Pasan los meses, y Lucía está cada día más cansada, toda la semana está cansada, los sábados y domingos no le llegan para recuperarse, pero no se queja. Tiene un buen trabajo y ayuda con todo en casa.
Ahora son sus hermanos pequeños los que van al instituto.
Sonia está acabando el último curso. No queda nada de la alegre muchacha que lataba algunas veces con Lucía.
Es una estudiante modelo. No sabe lo que es hacer otra cosa que estudiar y estudiar, estudia para acabar la carrera y volver a su ciudad, para volver a estar con su amiga Lucía.
Sabe que cada una tiene un destino marcado y que cada destino es distinto.
Sabe que ella llegará a ser una directora de empresa con una buena paga, con el respeto de sus empleados, y con todo lo que el dinero pueda dar.
Ya su padre está mayor y sólo espera a que ella esté preparada para entregarle el mando, la dirección de la empresa.
Lucía sigue en su puesto de trabajo, de administrativa, de oficinista de ocho de la mañana a ocho de la tarde. De lunes a viernes de Septiembre a Julio.
Así va a ser su vida. No puede pedir mucho más, no pasó del último curso de instituto. Aunque ha hecho algunos cursos de preparación y poco a poco ha aprendido a conocer la empresa. Sigue siendo una administrativa.
Suena el teléfono y con educación, pero sin ilusión, contesta.
-Diga...
-Quién es la chica más dormilona de toda la ciudad?
-Sonia!!! Dime que eres tú!
-Quién si no iba a saber que eres una dormilona?
-Dónde estás? Dime que estás aquí!
-Estoy aquí!
-Dime que es verdad...
-Te digo que es verdad!
-Oh, Sonia!
-He vuelto, Lucía, he vuelto. He vuelto para quedarme. Ya soy una doctora en no sé cuántas cosas.
-Me alegro por ti. Cuándo nos vemos?
-Hoy. Al llegar a la ciudad nos vemos. No podría esperar más.
Lucía no ve el momento de salir de la oficina, de volver a ver a su amiga, de abrazarla. Su amiga. Qué lista! Lo ha conseguido! Su amiga es doctorada en no sé cuántas cosas!
Le cuesta seguir con la rutina diaria, ya no es un día igual, pero tiene que fingir que lo es.
Hoy va a ser el día más feliz de los últimos meses.
Sonia ya ha salido del aeropuerto, los padres la han ido a buscar, ya todos juntos se encaminan por la autopista.
Todos hablan a la vez, todos ríen a la vez. El padre conduce, la madre la abraza.
El padre le coge una mano, los dos quieren recuperar el tiempo que han estado separados. Ahora ella ha vuelto. Ahora ya puede el padre descansar.
Ahora sólo se dedicará a hacer lo que siempre ha soñado. Le enseñará todo lo que él sabe y también viajará con la madre.
Ahora que Sonia ha vuelto, los tres iniciarán una nueva vida.
Por fin llega la noche y se juntan las dos amigas, se juntan en un pequeño restaurante. Lucía ha pedido libre la mañana para poder estar de cotilleo con su amiga. Se van contando todo lo que ha sido su vida en estos últimos años.
Es increíble cuántas cosas tienen que contarse.
Se habían llamado algunas veces por teléfono, se habían escrito algunas cartas y algunos correos electrónicos, pero ahora que está juntas parece que hay un millón de cosas que aún no se habían dicho.
Maravilladas comprueban que llevan un montón de horas hablando y riendo sin parar.
Ya casi es de día cuando se separan. Lucía siente que ha recuperado parte de su vida, la parte de su vida que había perdido al irse Sonia, su amiga del alma.
Sabe Lucía que Sonia llevará una vida muy poco acorde con la suya, pero al menos se verán de vez en cuando.
Sonia será la gran ejecutiva que había soñado de niña y llegará a ser la directora de su empresa, Lucía lo sabe.
Pero nada de esto importa, fuera de su trabajo, Sonia volverá a ser su amiga.
Lucía está muy delgada, piensa Sonia mientras va para su casa.
Debe de trabajar mucho, tengo que hacer algo por ella.Pasan los meses y casi no se ven.
Sonia está muy acupada; Lucía está muy cansada.
Sonia trabaja mucho, viaja, tiene reuniones, horas de gimnasio, sesiones de peluquería y todas esas cosas que tiene la gente rica (rica y pijita).
Está tan ocupada que no volvió a recordar que tenía que ayudar a Lucía.
Lucía sigue trabajando, yendo a clases de inglés, preparando nuevos cursos y todas esas cosas que se hacen para mejorar en los trabajos (nada de pijitas, precisamente).
Casi no se ven, pero cada una de ellas sabe que está la otra.
...Y así pasa el tiempo... Y el tiempo pasó.

...Y, estos son los recuerdos que tiene Lucía, recuerdos que todos los días desde hace casi un año, va contándole a Sonia.
Le cuenta lo que eran en el instituto, lo que son ahora y le promete lo que serán algún día no lejano.
..Y, así cada tarde, primero en el hospital y luego en su casa, Lucía le recuerda lo que fueron, lo que son, lo que serán.
Ya nadie espera nada de Sonia, sólo ella, sólo Lucía sabe que ha de llegar el momento en que Sonia recupere estos recuerdos, lo que ella ahora le cuenta. Entonces, ése día, Sonia estará enterada de todo, no se habrá perdido nada, porque Lucía le cuenta el día a día, lo que ponen los periódicos, lo que pasa por el mundo.
Lucía siente que Sonia se recuperará y volverán a estar horas hablando en un pequeño restaurante para contarse lo que ahora se olviden de contarse.
Sólo hay un recuerdo que Lucía no le cuenta a Sonia.
El recuerdo de cómo casi se le para el corazón cuando el padre de Sonia, llamó para contarle que ésta, había tenido un accidente, que estaba en el hospital, que estaba dormida, que dormía y no despertaba.
Sólo ese recuerdo se callaba Lucía.
Recordaba que pensó que ambas estaban en un pozo oscuro. Sonia por el golpe, ella por el dolor.
Sólo Lucía sabía que su vida sin los recuerdos que le contaba a Sonia, no era vida, que su corazón sabía que el corazón de Sonia era el que recibía toda la información y que cuando Sonia despertara, se la transmitiría al cerebro.
Lucía lo sabía y cada día le contaba lo que en el mundo pasaba.
..Y, Lucía pensaba, algún día, le haré un examen de todo ésto.
Mi querida amiga, algún día te examinaré y como no apruebes, te mandaré a la escuela.PD.
Un cuento de amistad para quien la amistad lo es todo.
Para Sonia F.A.
Sabiendo que ella podría ser lo que esta amiga es.