Carlos cambió de postura. Sólo ahora se dio cuenta del mucho tiempo que llevaba esperando. Tenía un pie dormido y sentía un hormigueo por toda la pierna.
Miró el reloj y viendo lo tarde que era, se preguntó por qué Laura tardaba tanto en llegar, en lo más recóndito de su mente empezó a germinar una duda, empezó a sentir el temor de que Laura no llegara.
Siguió apoyado en la farola fumando, mirando de un lado para otro, esperando ver la llegada de Laura.
Esperando y pensando en los últimos meses, meses en los que había cambiado su vida.
No podía creérselo, pero estaba viviendo como en una nube, una nube de felicidad. Desde que empezó a salir con Laura era totalmente feliz. Totalmente feliz?
Sacudió de su mente las dudas que le acosaban, unas veces solapadas, otras de forma cruel y nítida. Dudas que sin poder evitarlo nacieron en el preciso instante en el que le presentó a Laura a su hermano Roberto.
Roberto, el guapo, el ligón, el genio, con una carrera universitaria, bien formado, con clase... el hijo por excelencia, el perfecto de la familia.
Roberto es el mayor de los dos, durante años fue el espejo en el que se miraba Carlos, el modelo a seguir.
Durante años, muchos años, Carlos no respiraba si Roberto no lo autorizaba. Carlos fue durante años la escoba que barría los restos que dejaba Roberto. Igual recogía las sobras de una merienda,las películas prohíbidas, que las botellas vacías.
Roberto pasaba por el mundo pisando fuerte, desde niño, desde siempre.
Todos presumían de ser padre, madre, amigo o vecino de alguien tan genial, inteligente y divertido como Roberto y Carlos estaba siempre detrás para sacarle el brillo.
Siempre estaba allí para consolar a las chicas de las que Roberto se aburría, para mentir a su mamá cuando Roberto hacía alguna de las suyas, para que su padre se desahogara con él si Roberto no estaba a la altura de algo. Carlos estaba allí para que no se notara cómo era realmente Roberto.
Sí, Carlos sin saberlo era el puntal en el que se apoyaba Roberto para mantenerse en la cima en la que la admiración desmedida de los padres lo había subido. Y Roberto estaba acomodado en su grandeza y ni siquiera sabía lo mucho que usaba y abusaba de su hermano pequeño.
Carlos era la sombra de su hermano mayor y nunca pensó que pudiera ser otra cosa.
Nunca, hasta que después de varios años de instituto, de dos cursos en la facultad y de pensar que si no lo aceptaba se tiraría a algún pantano, Carlos decidió dejar de ser la sombra de Roberto, de ser él mismo y pedirle a la chica de sus sueños desde la adolescencia si quería salir con él.
Laura, la hermosa Laura. Carlos conoce a Laura desde que eran unos chicos de instituto y siempre le pareció preciosa. Laura iba creciendo y su cuerpo se iba formando y Carlos veía cómo cada día era más guapa.
La veía cuando tenía hierros en los dientes, (esos hierros tan horribles que le ponen a todos los chicos ahora). La veía cuando iba con unas largas coletas y cuando dejó de hacérselas. La miraba y le parecía guapísima con el chandal de gimnasia, con un vestido para ir algún baile de instituto, con vaqueros, con zapatos de tacón o con tenis. Carlos la miraba y la veía con los ojos del corazón, del amor. Siempre estaba guapa Laura para Carlos y Carlos la admiraba y la amaba desde la distancia.
Laura era simpática, buena y además estudiaba mucho (al menos en vísperas de exámenes) y eran éstos, los exámenes los que dieron la oportunidad a Carlos de que Laura lo conociera; Laura estaba "floja" en algunas materias y Carlos no dudó en ofrecese para ayudarla a prepararlas.
Ahora hacía tres meses que salían juntos y había decidido presentársela a sus padres y a su hermano.
Le causaba un gran desasosiego presentársela a su hermano. El fantasma de complejo de hermano pequeño, de hermano feo y simple de la casa, no dejaba de acosarlo. No en vano había sido siempre el segundo, el otro hijo, el hermano de Roberto.
Aún veía la cara que puso Roberto al verla, cara de: Increíble.
Aunque hablaba con Carlos, Roberto miraba a Laura a los ojos mientras decía:
-Hermanito, qué callado te lo tenías!!! Laura, mi hermano pequeño es un gran alumno! Tanto que ha aventajado al profesor!
Laura sonrió halagada, pero Carlos notó la incredulidad en las palabras de Roberto; él sabía lo que había querido decir: Cómo es que esta contigo y no conmigo?
Carlos sintió que volvía a tener un pie dormido y cambiando de postura miró el reloj. Oh! llevaba más de una hora esperando y Laura no llegaba. Dónde estaba?
Llamó a su casa apara comprobar que no había llamado anulando la cita y notó la oculta (en realidad no tan oculta) satisfacción de su hermano al saber que Laura le había dado plantón. Hermano, porqué no puedes alegrarte de algo bueno que me está pasando?
Ya abatido y cansado de estar apoyado en la farola, Carlos inicia la vuelta a casa cuando oye que gritan su nombre.
CARLOS! CARLOS!

Carlos se vuelve y ve a Laura corriendo, sofocada y sin aliento. En unas décimas de segundo, a Carlos se le han pasado todo el cansancio y el hormigueo del pie y las dudas y todo lo que no sea la felicidad de ver a Laura y de poder dejar que se apoye en su hombro para recuperar el aliento después de la carrera que ha realizado para llegar antes de que él se fuera.
Ya no importa lo tarde que es, los pensamientos oscuros, la risa burlona de Roberto. Ya no importa ser el pequeño, el feo, el menos inteligente; ya nada importa.
Sólo que Laura ha corrido y casi se muere del esfuerzo por llegar junto a él.
Carlos sabe que él es un gran tipo, no es sólo el hermano pequeño, el otro hijo, ya no, pues Laura está con él y él con Laura.