Hoy es Noche Vieja.
Desde aquí deseo decirle a todos mis amigos y amigas del blog que espero que el nuevo año les traiga la paz, la felicidad, el amor y todo aquello que llene sus vidas.
Un beso para:
QUEJÍO FLAMENCO
La Última Inocencia
Razionaliza, pero escucha tus emociones. Voro Sempere.
Céfiro del oeste
Confesiones en terapia
Una Cualquiera
NOCHE HERMOSA
momentos decisivos
la noche de los puentes
Verde Oscuro
De todo como en botica ....
Una española/gallega en Eslovenia
La Blogueria
Al final del viaje
Clave de Sol
Blog Txema Oleaga
Marnie
Sombra y luz. Del amigo Pablo.
El Alma De Trapo De Gata Negra
Que paren el mundo que me quiero bajar
Mundo de Solos
Francisca
Edy
Y, todos los que alguna vez leyeron para bien o para mal las cosiñas que os he contado.
Para todos los nombrados y los olvidados (espero que me perdonen estos últimos, espero que no lo tengan en cuenta) de corazón, desde Coruña
FELICES FIESTAS
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FILIZ AÑO A TODOS MIS AMIGOS |
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Los Amigos de Mateo |
Una mañana de otoño
Inés está sentada en su vieja mecedora. Hace frio en el porche, pero no importa, se arropa con la manta, la ya manida manta de cuadros que casi forma parte de ella. Mira a su hijo y nota cómo su corazón se enternece.
Lo ve jugando con los perros feliz y confiado y se siente orgullosa de él.
Inés recuerda los momentos de miedo, de angustia que pasó durante el embarazo.
Estaba siempre preocupada, todo le parecía que iba a molestar al bebé que llevaba en su vientre.
Odiaba los ruidos, los sobresaltos, todo lo que no fuera calma y silencio.
Siempre preocupándose a pesar de que todos le decían que todo estaba bien, que nada de éso le afectaba al bebé, que todo era normal, aunque entendían que su preocupación era algo habitual en las mamás primerizas.
Inés, futura mamá pensaba que no iba a ser capaz de ser una buena madre.
Inés veía ahora a su hijito y sonreía al recordar cómo se sentía cada vez que oía los perros ladrar o pelearse cuando algún perro ajeno se acercaba. Cuando esto sucedía, el alboroto era tal, que la pobre Inés creía firmemente que su bebé iba a nacer taquicárdico.
Y, es que Inés es un Angel de los Animales. Tiene con ella un asilo de perros. Unos están cojos, otros viejos, todos acogidos, encontrados por los montes, por las carreteras abandonados.
Envuelta en su manta ve cómo su niño ahora se sube encima de uno de ellos, ve cómo luego les tira de las orejas, cómo les agarra con su manita y trata de ponerlos en fila, como si pensara que son sus soldados y los quisiera poner en posición de firmes.
Ve cómo su hijo los quiere, y cómo es querido por estos animales que antes otros niños quisieron y luego los olvidaron.
Piensa Inés que han tenido suerte de tener todos estos animales que sólo ofrecen amor.
Algunos son más grandes que el propio niño, pero no importa; perros y niño están en el mismo plano y juntos pasan las horas.
Sí, Inés mira a su hijo y sabe que ya nada es como antes. Su hijito ha marcado una línea que divide su vida en un antes y un después. Un después que durará ya hasta que se muera. El resto de su vida Inés será la mamá.
Los mira, lo mira. Lo ve feliz, sano, confiado y piensa que tal vez sí es una buena mamá.
Inés piensa que debería de entrar, que hace mucho frio, que pronto vendrá su marido, que debe prepara la comida. Piensa en todo ésto, pero ve cómo su niño está feliz jugando con sus amiguitos y decide que bien vale la pena esperar un ratito.
Y así, feliz de ver feliz a su niño, espera en la vieja mecedora a que llegue el esposo y luego los tres juntos entran en casa.
Momento que todos los perros de la casa aprovechan para descansar.
Inés y sus amores se retiran, los perros buscan cada uno su rincón y deciden que una siesta les ayudará a recobrar fuerzas para cuando su pequeño amiguito salga de la gran jaula.
Cuando Mateo sea un hombrecito seguirá amando a los animales menos favorecidos, aquéllos que los demás han abandonado.
Así será Mateo porque así es su mamá.
Mateo vive el amor por sus amigos y con sus amigos.
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...Y ya no hablan |
Y se conocieron y se hablaron
Y hablaron de libros, de autores de libros, hablaron de niños, de niños que no tenían libros, de niños que teniéndolos no los querían. Y hablaron.
Y siguieron hablando y todos los días hablaban, sólo de niños, sólo de libros hasta que también de ellos hablaron.
Y cada día hablaban y lo hacían de sus ciudades, de sus países, de sus libros, de los que tenían, de los que querían y de sus autores.
Pasaron los días y los meses y hablaron, de sus vidas, de sus sueños. Hablaron de sus casas, de sus familias, de todo hablaron y así los días, los meses, los años pasaron.
Y ellos hablaban, de sus sueños, sus deseos y así pasaba el tiempo y ya no sólo hablaban, ya compartían y el conocimiento de sus deseos se convirtió en el deseo, no de los dos, de uno de ellos.
Y al conocer los sueños de uno, el otro quería esos sueños, al conocer los deseos uno quería cumplirlos y el otro esperaba.
Y pasaban los meses y uno seguía queriendo compartir con el otro, vivir, querer al otro y así abría el corazón, el otro recibía en la distancia lo que uno le daba, pero no correspondía y uno amaba y sufría y el otro ya no hablaba. Ya hablar no quería.
Y han pasado dos, tres años y uno sigue con el corazón lleno de amor, ciego de amor, herido por el amor y el otro espera, pero no da.
Y ya no hablan de libros, ni de niños que no conocen los libros ni de niños que ya no quieren los libros que sí conocen.
Ya de ellos no hablan, de nada ya hablan. Uno sueña con hablar, con dar, con escuchar, con recibir. Uno sueña con saber que el otro está, que es feliz, que no olvida del todo.
Y sigue queriendo hablar y, como hablar no puede, vive amando en silencio lo que conoció hablando.
Y ya no hablan y uno ama.
Y uno mira y se siente feliz al ver, al saber que el otro se muestra y se deja ver.
...Y ya no hablan.
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Las olas van... y vuelven |
En una roca
Él está mirando el ir y venir de las olas y nota cómo su espíritu se calma, cómo el vaivén de las olas ejerce un efecto sedante sobre él, y comienza a creer en la solución a sus problemas.
Sí, el mar era así, el mar hacía maravillas en su ánimo.
Siempre le gustó pasar largos ratos delante del mar y admirar el fuerte oleaje propio de este mar bravo y a veces enfurecido. Este mar que al bañar las rocas escarpadas que se enfrentaban a él formaba una costa tan impresionante e imponente. Una costa que se cobraba su tributo en los barcos que se quedaban atrapados entre la espuma de las olas que la bañaban y acababan naufragando.
Jesús siempre se había preguntado por qué en las enciclopedias se le llamaba "Costa Brava" a la costa que estaba bañada por un mar suave y calmado como un consomé en aquella zona de Cataluña que había conocido durante su periodo de reclutamiento militar, durante "la mili".
Sí, aún sonreía al recordar cuando en una ocasión, un compañero de quinta había venido a verlo con la familia y al pasear por esta costa, se había quedado cautivado por el ruido, por la bravura, por las fuerza de las olas con las que se presentaba este mar.
Jesús sabe que él es un sencillo labrador, un ex pescador, un hombre que fue del mar y es de la tierra, pero sabe también que su alma se transforma cuando después de minutos mirando al mar éste cumple con la misión de arrastrar en sus aguas la fuerza de sus problemas. De siempre éstos le habían parecido más leves, más llevaderos si su amigo el mar le ayudaba con la carga.
Jesús sonríe y se dice a sí mismo que realmente el mar ha cumplido con su misión, ya que está enredando con estos pensamientos y por un momento se ha olvidado de lo que le ha llevado a este lugar tan amado por él.
Jesús ha de pensar en cómo ayudar a su hijo a empezar a ser un hombre, a seguir para adelante, a encontrar algo de la paz que él siente ahora.
Su hijo, su hijo ya grande, ya un hombre por la edad, pero que aún parece que fuera a la escuela por la forma de comportarse.
Su madre siempre le disculpa, siempre dice que pronto cambiará, que ha tenido mala suerte, que.... Jesús sabe que no puede discutir esto con la mujer, la mujer es madre y siempre encontrará una justificación.
Su hijo, que ha empezado un montón de cosas y no había acabado ninguna. Su hijo, que dejó la universidad (la universidad, algo que él ni sabía qué era ni nunca la había nombrado hasta que su hijo mayor llegó a la edad de seguir estudiando o empezar a trabajar) Decidió seguir estudiando y fue a la universidad hasta que tuvo que empezar a estudiar. Luego lo dejó y comenzó a trabajar.
Jesús piensa en todas la veces que su hijo había empezado en un trabajo, tantas había empezado como había acabado.
Su hijo que no encuentra "su sitio", como dice él.
Jesús piensa en todo ésto mientras las olas siguen acariciando, en este momento sí parece que está acariciando, las rocas.
La marea está en retroceso y se lleva no sólo la fiereza del empuje del mar, se lleva también la inmensa tristeza que le produce pensar en su hijo, tan dejado, tan despreocupado, tan aprovechado, tan...
Jesús vuelve a su casa con la impresión de que alcanzará una solución al problema ahora que ha aceptado la evidencia de que su hijo no es el hijo que siempre había soñado.
Ahora Jesús sabe que no debe esperar que su hijo sea como él quiere que sea, ahora sabe que ha de ayudar a que su hijo sea una buena persona, a ser lo que quiera ser, lo que le haga feliz.
Jesús se vuelve y mirando al mar le da las gracias, nunca le ha fallado y siempre le ha dado la paz necesaria para afrontar los problemas.
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El Viaje |
...Y después de la celebración, el viaje.
Kilómetros y más kilómetros es lo que ha recorrido y ya no le quedan fuerzas para seguir huyendo cuando Carlos ve luces a lo lejos y se anima.
Decide acelerar al máximo con la esperanza de llegar pronto a lo que parece una pequeña población.
Siente renacer sus esperanzas y ya cree en la posibilidad de llegar antes de que sea demasiado tarde, a las luces que lo esperan no demasiado lejos.
Carlos lleva más de tres horas conduciendo con una tensión creciente desde que empezó el viaje, un viaje que ya desde el principio ha sido distinto a cualquier otro viaje.
Sigue viendo el coche. Ahora recuerda que le pareció extraño que yendo tan despacio, no lo adelantara cuando podía hacerlo, ni protestara por su lentitud cuando no se podía adelantar. Más tarde pensó que tal vez quien conducía el coche azulón, no, rojo, o verde, (no tiene claro de qué color es) que estaba tan pegado a él no conocía el camino y que por éso iba tan despacio.
También pensó que no era el único "lentillo" de la carretera, como lo llamaba en bromas su hijo.
Ahora ya sabía que no es que fuera despacio, que no es que fuera un lentillo, no es que no conociera el camino, no. Lo que estaba pasando es que lo seguía.
No sabe cuánto tiempo hace que se dio cuenta de que lo seguían. Ésto le hace sentir temor y se pone nervioso.
Cuando Carlos se dio cuenta de este hecho se asustó y pensó en parar y esperar a que lo adelantara.
Siguió conduciendo mientras miraba a ver si encontraba un lugar adecuado para desviarse y aparcar. Cuando ya lo iba a hacer, se le ocurrió pensar en que tal vez era exactamente lo que esperaba el conductor del coche, así que más asustado de lo que había estado nunca, decidió conducir algo más rápido y no parar hasta llegar a una gasolinera o cualquier otro espacio público y concurrido. Sí, aquéllas luces de colores serán su salvación.
Pero había comprobado que si él aceleraba, el otro conductor también lo hacía, que si él iba despacio, el otro también lo iba. En cuatro o cinco ocasiones había intentado reducir la velocidad al mínimo y lo único que había hecho el otro era reducirla igualmente.
Carlos estaba convencido de que si aceleraba lo suficiente el otro no le seguiría el ritmo. Si conseguía llegar a las luces, el otro se daría por vencido y se iría. Pero dónde se iría?
Quién era y, por qué lo estaba siguiendo?
Qué quería de él?
Él no era rico, no tenía poder, no conocía secretos, entonces, porqué lo seguían?
Tal vez lo habían confundido con ota persona. Sí, éso era lo que había pasado.
Ahora sólo tenía que hacerle ver al conductor que él era él y entonces dejaría de seguirlo.
Pero cómo lo conseguía sin parar, sin bajarse del coche?
Tenía que llegar hasta las luces. Sólo así estaría a salvo.
Mientras pensaba en ésto, Carlos aceleraba y aceleraba y no dejaba de ver el coche que iba justo detrás de él. Empezaba a preguntarse si no querría comerlo. Carlos soltó una estruendosa carcajada ante la idea de ser comido por por un coche.
Carlos era un conduztor pacífico, lento pero seguro. Nunca se había pasado del límite de velocidad, nunca había llegado tarde a entregar las mercancías que llevaba de una ciudad a otra. Carlos era un tipo tranquilo que alguna vez se fumaba un porro, pero nada más eh! Nada más.
Su profundo sentido de la responsabilidad no le permitía cometer excesos como los que algunas veces hacían sus colegas. No, claro que no. Él casi no tomaba nada.
No, él no bebía tanto como sus colegas, él sabía cuándo parar...
Siendo responsable como era, no entendía que alguien estuviera siguiéndole vete tú a saber con qué intenciones.
Seguramente que intentaba asustarlo y que cometiera algún error fátidico y así porder conseguir sus fines sin mamcharse las manos. Pero él era un gran profesional y no iba a seguirle el juego. Ya estaban cerca las luces y lo estaban esperando.
Carlos miraba por el espejo retrovisor y veía el coche casi pegado al él. Miraba hacia adelante y veía las luces.
Carlos pensaba en todo lo que le estaba sucediendo e intentaba conducir y no perder el control de la situación.
Empezaba a notar que estaba haciendo demasiadas cosas a la vez, él que era un conductor tranquilo y metódico.
Carlos miraba hacia delante y veía las luces. Las luces, ya estaban ahí las luces, era el momento de parar y de decirle al conductor del coche que estaba casi pegado a él, que él era él, no otra persona como seguramente pensaba.
Reduce la velocidad para acercarse a las lueces y tiene la sensación de que éstas se alejan.
No puede ser que esas luces tan bonitas se marchen. Seguro que al otro conductor también le gusten las luces.
Aún no ha llegado y ya sabe que está cerrada, y que allí no hay nadie ni vivo ni tal vez muerto.
No le importa, él va a utilizar todo su conocimimeto, toda su maestría como conductor y va a despistar a este tipo que se está pegando a él tanto que ya le parece que le huele y le nota el aliento.
No, Carlos no va a permitir que este tipo lo asuste.
Tal vez no tenga escapatoria, tal vez este hombre tenga un montón de armas, tal vez vaya a matarme, pero yo tomaré la iniciativa y acabaré con el. Caeremos juntos.
A mí no me asusta morir, a mí no me gana nadie con un volante en las manos. Yo soy un tipo muy responsable y sé que cuando se conduce no se ingieren determinadas sustancias.
Carlos apenas tiene tiempo para notar que se está debilitamdo, que está empapado de algo rojo y caliente. No sabe lo que es, podría ser gasolina si no fuera por el color. Tal vez el líquido de frenos que con el golpe del choque se ha derramado. Pero tampoco ésto es de color rojo. Definitivamente Carlos no sabe lo que le está mojando toda la ropa, pero no le importa; delante de él y entre otros varios coches destrozados por el impacto está el coche que lo seguió. Carlos se ríe, el tipo en cuestión no consiguió su propósito, él no se lo permitió.
Ahora ya está totalmente bañado el un cálido líquido de color rojo y el coche que lo acosaba yacía deshecho a su lado. Era más de lo que habría esperado. Carlos empieza a dormirse feliz, él es él y no otra persona como seguramente el tipo había pensado.
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La Espera |
Esteban se encuentra mal, da la vuelta en la cama e intenta volver a dormirse. También es mala suerte, víspera de festivo y estar toda la noche dando vueltas y tan enfermo.
Piensa que si no mejora tendrá que ir a urgencias y eso ya hace que casi no note que está malo.
Como mucha gente, Esteban le tiene pavor a los hospitales, piensa que son la antesala del infierno y él es un tipo decente que no tiene por que ir al infierno, ni siquiera al purgatorio.
Llegado a este punto de sus pensamientos, Esteban se pregunta si realmente existe el infierno, si él cree en el infierno. Se da cuenta de que siendo ateo como es, cuando está en apuros siempre recurre a invocaciones, amenazas o premios relacionados con la religión. Con una religión en la que él no cree. Debe de ser por costumbre, por costumbre o reminiscencias de la infancia.
Esteban vuelve a despertarse con dolor. No sabe cuánto tiempo ha dormido, pero han debido de ser un par de horas, pues nota que está más despejado,despejado y dolorido.
Se levanta y va al baño, luego decide tomarse una manzanilla, tal vez después se encuentre mejor.
Pero no mejora así que ya se ve en un hospital, y su cabeza ya empieza a darle vueltas a todo lo que ha oído que pasa en los hospitales.
Piensa que igual es mejor llamar a un médico y que venga a verlo a casa. Pero él a pesar de estar tan asustado, sabe que le duele el vientre demasiado para ser un simple dolor de tripa y que ha de ir al hospital.
Llega a la ventanilla de admisión y sacando su tarjeta médica se dirige al señor.
Esteban sabe que ese hombre nota lo asustado que está. Sabe que piensa que es un miedoso, que hombre hecho y derecho y con miedo como un niño al que le muestran una aguja. No le importa, se siente mal, desorientado y con mucho dolor.
Le da la tarjeta y espera, espera un momento, y es la primera espera de una serie de esperas.
-Vaya a la sala y espere a ser llamado.
Y, Esteban se sienta en una silla dura que está pensada para sentarse durante minutos, pero los minutos se convierten en algo más que minutos y cuando se da cuenta lleva más de una hora esperando. Como el dolor vuelve a ser intenso, se dirige de nuevo al la ventanilla.
-Señor, falta mucho para que me atiendan? tengo mucho dolor...
-Ya, todos tienen dolor, no se preocupe, ya le tocará.
-Gracias.
Y Esteban vuelve a la sala de espera. Ahora no hay donde sentarse así que se pasea para no estar quieto de pie mientras el dolor se hace cada vez más intenso.
De repente se queda parado: ha oído su nombre por un altavoz. No sabe lo que han dicho, sólo a captado su nombre así que espera a que lo repitan, pero siente que le invade pánico, piensa que igual no vuelven a llamarlo, que se tiene que quedar hasta el final de la lista, que se va a morir allí esperando.
Un gran alivio lo inunda cuando vuelve a oir su nombre y oye cómo le mandan entrar por la puerta 12.
La busca y allí se dirige. Comienza entonces un diálogo que le hace pensar que está viendo una película.
-Qué le pasa?
-Me duele aquí, en el bajo vientre (señala la ingle derecha)
-Desde cuándo le duele?
-Desde las 5 de la mañana, más o menos.
-Ha tenido ante este dolor?
-No, nunca.
-Viven sus padres?
-Sí...
-Tienen alguna enfermedad?
-No sé, supongo.
-No sabe? No conoce las enfermedades de sus padres?
-Pues, es que viven con mi hermana y aunque alguna vez han estado enfermos y yo voy a verlos, no sé muy bien de qué.
-Usted tiene alguna otra enfermedad?
-Ahora no.
-Antes?
-Antes cuándo, desde que nací?
-Bueno, no importa. Vaya para la sala de espera que le llamarán para hacer una radiografía.
Estaban, se siente tan mal que casi no nota que el miedo le está agarrotando hasta la mente.
Se va a la sala de espera y espera, espera tanto que está a punto de entrar en un estado de verdadero terror.
Ya se ve muriendo en aquella sala de sillas incómodas, llena de gente que sin que nadie le pregunte te cuenta lo enfermos que están, lo bien que saben ellos moverse por el hospital, la de veces que han estado allí y le dan consejos para colarse dentro de alguna consulta y así adelantar la vez.
Esteban quiere marcharse, quiere que alguien le de una pastilla para el dolor y marcharse a su casa. No le gustan los hospitales y este le parece horrible, grande, frío y horrible.
Tal vez debió llamar a Margarita para que lo acompañara, pero es que Margarita ya no es su novia, ya no lo quiere y no va a llamarla para decirle que está enfermo y que tiene miedo.
Si ésto le hubiera pasado hace un par de meses, todo sería distinto. Estaría allí Marga y él se dejaría guiar por ella.
Ella lo animaría, le diría que no se preocupara, que todo iba a salir bien.
Quería que estuviera allí, y pensando que era peor estar solo que olvidarse el orgullo, se dirigió a la salida para llamarla.
Ya fuera, mientras marcaba el número de teléfono, le pareció oir su nombre, pero ahora que ya se veía al lado de Marga, nada le importaba, Marga le ayudaría y toda esta gente no le haría nada.
Y lo acompañaría a sacar las radiografías y...
Claro, lo estaban llamando para éso!
Colgó el teléfono y se dirigió corriendo a la puerta 3, llegó cuando ya estaban cerrándola.
-Oiga, soy Esteban, me estaban llamando.
-Sí, bueno, pase ahí, desnúdese y espere, ahora ya llamé a otro paciente.
Entra en un cuarto tan pequeño que parece un armario de pasillo. Mientras se quita la camisa, se pregunta si también se quitará los pantalones. Va a llamar a la enfermera, pero le pareció que ya lo miraba enojada, así que decidió desnudarse del todo y así, en paños menores se sentó en una banqueta y esperó.
Desde el armario-alacena oía cómo los otros pacientes entraban en lo que imaginaba más armarios, cómo los mandaban respirar y no respirar, cómo les decían: "entren otra vez ahí y esperen a que les mandemos vestirse".
Esteban oía ésto y también oyó cómo la enfermera decía a alguien que se iba a tomar un café antes de terminar, que volvía pronto.
Se arrepintió de no haber llamado a Marga, pero ahora ya estaba desnudo y no era prudente vestirse y salir, pues podía ser que en ese momento lo llamaran y no debía de ser nada bueno hacer que llamen a uno dos veces. Así que ni pensar en volver a vestirse ni mucho menos salir.
A Esteban ya le empezaban a fallar los nervios. Ya casi no sabía porqué estaba allí, el dolor no cesaba, le dolía también la espalda de estar en aquél agujero, estaba helado pues llevaba más de dos horas desnudo. No sabía si gritar o salir, no razonaba, estaba lleno de miedo y quería salir, quería salir y marcharse.
Decide vestirse y salir, paro ahora ya no sabe qué puerta es la que lleva al pasillo, así que abre una y es la que comunica con la sala de rayos.
-Quién le ha llamado? Aún no hemos empezado. Salga y espere a que lo llamemos.
-Pero es que ya estoy cansado de esperar, me tengo que ir.
-Si quiere irse, váyas; si no, salga y espere a que lo llamemos.
-Enfermera, ya me habían llamado y me dijeron que me desnudar y esperara. Llevo más de dos horas ahí metido, quiero que me hagan las radiografías y quiero irme.
Ante ésto, la enfermera lo mira e incrédula le pregunta desde cuándo está en el cuarto desnudo.
-Llevo desde la 13:05, más o menos. Ya se me ha olvidado qué hora era.
La enfermera lo mira como quien mira a un bicho raro y haciendo gestos lo manda entrar otra vez en el cuarto y le dice que vuekva a desnudarse, que lo llamará enseguida..
Esteban ya se siente morir y esta vez es de verdad. Nota cómo algo en su vientre se retuerce y nota cómo todo le da vueltas, cómo el sudor empieza a mojar su camisa.
Aún así, se desnuda y se dispone a esperar.
Por fin le hacen las radiografías y le mandan otra vez para la sala de espera, con el aviso de que no se mueva, que el médico lo llamará en cualquier momento.
No lo sabe, pero las enfermeras, después de reírse un rato, pues se dieron cuenta de que lo habían olvidado, de que el turno de la mañana lo metió allí y allí lo dejó, se apiadaron de él y le llevaron en unos minutos las radiografías al médico para que lo llamara.
-
Y, así es cómo en un momento y cuando ya estaba a punto de desmayarse, Esteban entra otra vez en la consulta.
La doctora que está ahora le recrimina que esperara tanto en acudir, pues lo que tenía era grave y ahora podía ser tarde. Muy digna le dijo que podía ser demasiado tarde para él, que era un incosciente.
Le mandó slir y esperar a que lo llamarían cuando bajaran los cirujanos.
Ante esto, Esteban a punto de morirse, empezó a gritar y entró en un estado nervioso incapaz de controlarse.
La joven doctora le dijo que lo menos que podía hacer era callarse y prepararse para que lo llevaran al quirófano.
Quirófano...cirujanos... estas palabras casi le hielan la sangre, Esteban no va a ir a un quirófano, sólo quiere una pastilla para el dolor de vientre y marcharse a su casa.
Se arma de valor y le dice a la médico:
- Mire, yo sólo quiero algo para aliviar el dolor.
- Usted señor va a entrar ahí, se va a desnudar y va a esperar a que lo vengan a buscar: tiene que ser operado de urgencia.
Esteban ya no oyó ni al mitad de lo que le dijo, el "va a entrar ahí y se va a desnudar" le ocupó todo el espacio cerebral.
Cuando le dijo que tenía que esperar, que vendrían a buscarlo, ya estaba entrando en estado de Shock.
La tensión de lo vivido y el pánico de lo que le quedaba por vivir en el hospital, hizo que ya no pudiera controlarse y por fín se desmayó.
La médico que era bastante joven, ante el temor de que fuera una parada cardiaca, lo mandó meter en la unidad de críticos.
Una vez allí, se juntó todo el personal, médicos varios, enfermeras, auxiliares, celadores, todos alrededor de Esteban, que en un momento recobró el conocimiento y al verse así, rodeado de gente aque hablan a la vez, de cables que estaban metidos en su cuerpo, de máquias que pitaban ,pantallas que parpadeaban... en vista de todo ésto, volvió a desmayarse y en este momento, ya casi se muere de verdad al creer que se había muerto.
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De Hooligans y Otros |
Hoy, escuchando las noticias, he oído una que me ha dado que pensar.
Ya sabéis que me gusta el fútbol, el tenis, el baloncesto, el... bueno, casi todos los deportes que se puedan ver desde la silla.
Pues lo dicho; que me gustan los deportes y por éso suelo escuchar las noticias deportivas.
En una cadena de radio, oí que la federación inglesa de fútbol "vetaba" el estadio Santiago Bernabéu para jugar un partido en Febrero.
Alegaban los inglesitos que era porque hace cuatro (4) años en otro partido, habían oído expresiones racistas.
Recuerdo este partido y es verdad que unos pocos (siempre son unos pocos, aunque sigan siendo demasiados) energúmenos gritaban insultos de tinte racista (¿?) hacia algunos jugadores de la Inglesa.
También es cierto que parte de culpa tuvieron algunos endiosados, prepotentes y figurillas de la selección inglesa, que con su actitud más bien poco deportiva habían provocado a los cuatro exaltados.
Bueno, pues por éso es por lo que la federación inglesa quiere "vetar" el Bernabéu.
Y, digo yo: si son ellos, los ingleses, los que han solicitado la oportunidad de que nuestra selección juegue el partido amistoso, si es la nuestra la que le hace el favor, quiénes son ellos para imponer, más bien tratar de imponer, dónde se va a jugar, o dónde NO se va a jugar dicho partido?
Y, digo yo: no somos nosotros,los buenos? No es nuestra selección, la campeona de Europa? No es la inglesa la peor, que ni siquiera llegó a clasificarse para jugar el campeonato europeo?
Pues entonces los ingleses que se busquen otras selecciones de su nivel para entrenar. Nosotros somos los grandes, los vencedores, LOS CAMPEONES.
Voto por una negativa por parte de nuestra federación a aceptar imposiciones incomprensibles por parte de una federación que hoy por hoy, representa a una selección inferior a la nuestra.
Voto por un NO a una petición absurda, que exhibe argumentos ya olvidados por el paso del tiempo.
Voto por decirle NO a una federación que pretende hacer olvidar los animales que suelen ser sus seguidores, los tristemente famosos HOOLIGANS y otros, recordando lo brutos que fueron un día algunos de los nuestros.
Imágenes como esta, las hay por miles y son de los Hooligans, seguidores mayoritarios del fútbol inglés.
Los aficionados españoles NO son por definición racistas, pero cuando lo son, han de ser castigados, pero lo han de ser por las autoridades competentes, no por una federación que ahora mismo se sabe federación con una no demasiado brillante selección.
No será que se saben "invadidos" por nuestras estrellas?
Un HURRA por nuestra selección y otro por los buenos aficionados.
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Volver a casa |
Y...Es domingo
Carlos y Encarna llegan en casa.
Han recorrido los últimos kilómetros en absoluto silencio. Como todos los domingos cada uno, en compañía de sus propios pensamientos.
Carlos piensa que no es justo que la vieja esté allí, se la ve sola, triste.
Piensa que él no terminará nunca en un sitio así: Me quedaré en casa de alguno de mis hijos
Encarna tiene parecidos pensamientos: Nunca debí permitir que la ingresaran, nunca.
Cada domingo hacen lo mismo. Cada viaje de vuelta es igual al anterior. Está lleno de silencios, de pena y de sentimiento de culpa.
A Encarna se le encoge el corazón cada vez que al llegar, antes de entrar, la ve por las cristaleras. Ve cómo ella está atenta a la puerta, cómo su cara refleja angustia, temor de que no vayan a verla, de que la olviden allí.
Siente que se muere un poco cada tarde de domingo al ver cómo después de estar en tensión mirando la puerta, ella se relaja y su cara es la viva imagen del agradecimiento.
Se siente terriblemente culpable por recibir agradecimiento cuando lo que tenía que hacer es estar a su lado como ella había estado no sólo a su lado, si no también al lado de los niños.
Encarna entra y le da dos besos, que aunque parecen simples besos de saludo, son besos llenos de amor, llenos de muda súplica de ser perdonada.
A Manuela no le gusta estar allí en compañía de otros viejos que le recuerdan lo que ella es; un trasto viejo que no tiene cabida en ningún otro lugar. Quisiera estar en su casa. Quisiera estar ahora donde había estado toda su vida y no tener que hacer tantos esfuerzos para recordar los sitios. Las caras de los compañeros, de los cuidadores no le dicen nada.
Quisiera que cuando le toque morir pudiera hacerlo en el mismo sitio que nació, en el mismo sitio que vivió.
Manuela quiere estar con sus nietos,contarles cuentos, los cuentos que ya se le están olvidando, enseñarles a vivir contándoles lo que ella vivió, enseñándoles a ser felices.
Éso es lo que ella quiere.
Éso es lo que Manuela piensa cada domingo por la tarde mientras los espera.
Manuela intenta ser de utilidad para con los más necesitados, con los que tienen más mermadas que ella sus facultades.
Se ha impuesto al "obligación" de cuidar a los más viejos, para poder sentirse útil, para que el tiempo no se detenga, para sentír que aún vive.
Hoy como cada domingo, se ha esmerado, se ha puesto guapa y después de ayudar a su compañera a sentarse en la terraza al sol, ha bajado al recibidor.
No puede evitar quedarse durante todo el tiempo pendiente de la puerta, sintiendo no miedo, si no pánico si se retrasan en llegar para estar unas horas con ella.
Ella los comprende, no los culpa por dejarla allí, al fín y al cabo, no es más que un trasto viejo que sólo sirve para estar con otros trastos viejos. Los comprende, pero quisiera estar en casa con ellos, en la que durante toda su vida fue su casa, la casa de todos.
La tarde ha pasado y es hora de volver a la ciudad. Ya le ha contado todas las pequeñas cosas que ocurren cada día en la casa, en el barrio.
Le promete como cada tarde de domingo que el próximo volverá, que vendrá con sus hijos, y Manuela sabe que le queda otra semana para volver a estar con los suyos, y que esta vez van a venir los niños.
Desde este minmo instante, Manuela empieza a contar los días que faltan para que vuelva a ser domingo.
Encarna se pregunta una y otra vez, porqué acepté ingresarla, porqué?
Enumera las causas, los motivos con los que se justificó, para hacerlo y le parecen unas veces valadíes, otras causas justificadas.
Es cierto que la casa es pequeña, que no hay espacio para hacerle una habitación.
Es cierto que los horarios de ambos, el ritmo de vida, no son lo más adecuado para tener una persona mayor.
Es cierto que los chicos necesitan "su" espacio...
Pero no lo es también que ella les dedicó la vida?, que ella supo adaptar su vida, su espacio, su horario a ellos?
Se puede justificar de alguna manera el dejarla allí para que pase los últimos años de su vida? Tal vez se justifique ante la sociedad, pero nunca conseguirá justificarse ante sí misma, convencer a su corazón para que no se rompa un poquito cada tarde de domingo.
La tarde llega a su fin, la visita ha terminado y Manuela se queda a solas. Al igual que su hija, ella también se queda con sus pensamientos.
Ha grabado en su mente cada palabra de la conversación, cada gesto de su hija. Cada tarde observa la ropa que viste, las joyas que trae. Todo lo retiene y pensando en todo se recrea durante la semana.
Retiene el mayos número de cosas para así paliar un poco el vacío que van dejando en su mente las cosas olvidadas.
Manuela lucha contra el olvido. En su lucha contra él, sueña en volver a casa con la esperanza de que el contacto con los objetos habituales reavive sus recuedos.
Nota cómo éstos se empiezan a dilúir, cómo cada vez es más grande la zona oscura que poco a poco se va instalando en su cabeza.
Necesita volver a su vida, oír los sonidos de su existencia anterior para poder vivir su vida actual.
Manuela lucha por retener con ella a sus recuerdos, pues la vida sin recuerdos ya no es vida...
y...volverá el domingo
El próximo domingo por la tarde, cuando estén sus nietos, ella les dirá a todos que se quiere volver a casa. Sí, éso hará; se irá para casa, si no puede en cuerpo, se irá en espíritu.
[+/-] |
Ella: La Obsesión |
Benjamín a punto de salir, se mira en el espejo. Tiene una cita y quiere estar impecable. Lo consigue; como siempre. Nada está fuera de lugar, todo está perfecto.
Sólo su cara parece no estar en armonía con su aspecto exterior.
Benjamín desde hace algún tiempo tiene un rictus permanente de ansiedad en su cara, en su mirada.
Su cara no refleja la edad sino el espíritu y éste está atormentado por el deseo, por una pasión que lo domina.
Desde hace algunos meses, Benjamín mantiene una lucha interna consigo mismo. Desde que la conoce, desde la primera vez que la besó.
Desde entonces, Benjamín sólo vive para los momentos que pasa con ella, en su casa, en su cama.
Se sabe embrujado, el deseo es más fuerte que la razón. No puede vivir sin ella, sin su boca, sin sus besos.
Benjamín vive con el constante deseo de estar con ella. El recuerdo de sus besos lo altera, el de sus pechos lo enloquece. Si recuerda su cintura, sus piernas, se excita y sólo espera ser llamado para ir y perderse en sus brazos, en su cuerpo, entregarse a ella, poseerla.
Ella tiene un cuerpo perfecto en su madurez. Un cuerpo hecho, de anchas caderas que él admira, de estrecha cintura que él abarca. Amplios pechos, con los que sueña cuando está solo. Jugosa boca, que absorbe cada gota de su vida. Un cuerpo de mujer madura.
No importa que le doble la edad. No, no le importa, porque sin la experiencia de ella, él no sabría nada.
Benjamín sabe que a pesar de su juventud la satisface, sabe cómo amarla y cómo suplir con su deseo, con su pasión, con su fuerza, la falta de experiencia.
Benjamín ha aprendido que sólo tiene que dejarse guiar por ella, se estremece al pensar en la sensación que le produce el sentirse dominado por ella. Ha aprendido a controlar su impaciencia y recorrer cada centímetro de su cuerpo, meterse en él, entregarse a él, y así los dos juntos cuando ella lo decide alcanzan la cima del placer.
No le importa que su mejor amigo le recuerde cada día que ella es mayor, que él es un juguete en sus manos. No, no le importa, y mejor así, pues no podría controlarlo aunque le importara. Benjamín ya no es nadie sin ella.
Sí, es un juguete que ella con los conocimientos propios de su edad, con la experiencia de los años, sabe modelar y despertar en él el deseo de poseerla cada minuto de su vida.
Benjamín no imagina ahora su vida sin ella. Sin los momentos pasados a su lado.
El sexo con ella es como una droga, como la droga que nunca ha probado, pero de la que conoce los efectos. Algunos de sus amigos, (especialmente los que menos entienden su relación con una mujer madura), son los que le han mostrado lo que las drogas pueden hacer.
Sabe que no podrá volver estar con las muchachas de su edad, ver a las chicas de su pandilla como las veía. No, ahora ya no podrá sentir deseo por sus cuerpos sin formar, por una chica ignorante de los secretos del camino hacia la felicidad, por alguien de su edad.
No, después de estar con ella, no es posible que goce de la compañía de una joven inexperta. Benjamín es consciente de que se ha saltado algunos peldaños, pero la vida ha puesto en su camino a la mujer soñada y él sólo ha sucumbido al destino.
Benjamín piensa en ella y sabe que le pertenece y no quiere ser de nadie más. Es feliz siendo suyo, viviendo para ella.
No importa que sus amigos se alejen, que su familia le recrimine su actitud, que todos critiquen a una mujer que ha sabido enamorarlo.
Aprenderá a vivir sin la comprensión de los demás. Aprenderá a vivir sin la aceptación de la sociedad, sociedad que ya ahora, con sus pocos años, ve como una sociedad hipócrita, que critican sólo lo que no consiguen. Aprenderá a vivir sin el beneplácito de una sociedad que no lo criticaría si fuera él quien le doblara la edad a ella.
Benjamín se mira en el espejo y ve al hombre que ha acaparado la atención, que ha despertado el deseo de una mujer... madura.
Sí, se siente muy satisfecho: es un hombre.
[+/-] |
Y finaliza La Acampada |
Fue en "La Excursión", donde Cosme y su amigo nos hicieron pasar unas horas de angustia cuando en su parada a descansar en un lugar idílico se encontraron con un destino inesperado.
Algún tiempo tiempo después, en el mismo entorno, cuatro amigos, Marta, Susana, Jorge y Marcos se proponían pasar un agradable fín de semana "De Acampada", cuando apenas llagaron todos sus planes fueron alterados.
Marta vive unos momentos de angustia, momentos de los que Susana se mofa un poquito, pues no entiende el porqué del susto de Marta.
Por su parte Jorge se obsesiona con el cuaderno-diario de un viaje que encuentra en las inmediaciones del lugar en el que van a encender la hoguera.
Y así es cómo los cuatro viven La Acampada.
Y los cuatro gritan
Mientras Jorge sigue leyendo y Marcos que ya se ha olvidado de las muchachas, de la cena y está extasiado oyéndole, llegan sigilosas las chicas que queriendo darle sus novios un pequeño susto son a su vez asustadas por la reacción que ellos tienen y, ni el grito unánime de los cuatro no les impide oir el alarido lastimoso que un perro herido y hambriento ha emitido muy cerca ya de los cuatro en ese mismo instante.
Los cuatro amigos se miran, todos son conscientes del susto que se han llevado, de lo nerviosos que están. Un poco histéricos se ríen y piensan que están pasados, que no hay motivo alguno para asustarse de ésa forma. Piensan que estando juntos, nada malo puede pasarles. Se miran y miran el entorno, y se preguntan porqué no van sentirse bien en un lugar tan maravilloso.
Hacen la cena y mientras cenan, vuelven a oir a los perros ladrar, momento que aprovecha Marta para contar lo que le pasó, guardándose muy mucho de decirles el miedo tan grande que sintió.
Jorge les cuenta que ha encontrado el diario de alguien (suponen que era un chico, por la ropa y el calzado que ha encontrado tirado) . Ése alguien cuenta que la parada a descansar no está siendo como esperaba que fuera, que se va a buscar a un amigo que se alejó y no vuelve.
En este punto se acaba lo escrito, las hojas están rotas, algo quemadas y la tinta corrida porque se ha mojado.
Y, así pasan unas horas y ya cansados deciden acostarse cada pareja en su tienda.
Las chicas están aún bastante asustadas y tienen miedo, los chicos nunca lo reconocerán pero tampoco las tiene todas consigo.
Con este panorama (Marcos ya sabe que esa noche... na de na...), deciden dormir juntos los cuatro en la misma tienda.
No duermen; imposible, cada vez que oyen un ruido, por pequeño que sea, se sobresaltan y se mantienen alertas. Así es que cada vez están más nerviosos.
Pasan las horas y por fin el cansancio puede con ellos y van cayendo en un agitado sueño.
Y los perros luchan
Mientras, no muy lejos, unos perros heridos y hambrientos intentan soltarse de las cadenas con las que están atados y escapar del alambrado en el que unos viejos cazadores los han abandonado hace ya mucho tiempo.
Sus ladridos rompen el silencio de la noche y traen desasosiego a todos los moradores de la comarca.
En su empeño en soltarse se hieren, en sus pretensiones de escapar agotan sus fuerzas, pero siguen intentándolo; saben que otros lo han conseguido. Saben que si no lo consiguen morirán de hambre.
Sólo han comido los restos de un cuerpo que se precipitó y cayó a sus pies. No les resutó fácil pues era poco alimento. Éso sólo no les llega; han de encontrar comida en algún lugar y, la han de encontrar rápido.
En los días que llevan atados y encerrados, ya han muerto más de la mitad, pero algunos han conseguido soltarse, romper la alambrada y salir.
Y Susana la encuentra
Los cuatro amigos rendidos e inquietos siguen durmiendo.
En este momento, Susana se despierta por una inoportuna necesidad fisiológica. Para no despertar a los amigos, sale de la tienda en silencio y sin encender la linterna. Un error, pues apenas se ha alejado cuando tropieza con algo, algo que hace que caiga de bruces .
Allí, caída en el suelo y a oscuras, tantea el terreno para saber con qué ha tropezado, cuando toca un cuerpo peludo, tibio e inerte.
Ha caminado mucho, está hambienta, cansada y herida, pero sigue adelante. Ha visto a los muchachos, pero sabe que se morirá antes de hacerles daño. Nunca podría hacer daño a los chicos, chicos que son iguales a los que en otros tiempos la tenían en brazos, la mimaban, jugaban con ella y por ella se dejaban querer.
Ella sabía que no, que prefería morirse.
Y... tal vez lo mejor que le podía pasar era éso: morirse.
Fue en "La Excursión", donde Cosme y su amigo nos hicieron pasar unas horas de angustia cuando en su parada a descansar en un lugar idílico se encontraron con un destino inesperado.
Algún tiempo tiempo después, en el mismo entorno, cuatro amigos, Marta, Susana, Jorge y Marcos se proponían pasar un agradable fín de semana "De Acampada", cuando apenas llagaron todos sus planes fueron alterados.
Marta vive unos momentos de angustia, momentos de los que Susana se mofa un poquito, pues no entiende el porqué del susto de Marta.
Por su parte Jorge se obsesiona con el cuaderno-diario de un viaje que encuentra en las inmediaciones del lugar en el que van a encender la hoguera.
Y así es cómo los cuatro viven La Acampada.
Y los cuatro gritan
Mientras Jorge sigue leyendo y Marcos que ya se ha olvidado de las muchachas, de la cena y está extasiado oyéndole, llegan sigilosas las chicas que queriendo darle sus novios un pequeño susto son a su vez asustadas por la reacción que ellos tienen y, ni el grito unánime de los cuatro no les impide oir el alarido lastimoso que un perro herido y hambriento ha emitido muy cerca ya de los cuatro en ese mismo instante.
Los cuatro amigos se miran, todos son conscientes del susto que se han llevado, de lo nerviosos que están. Un poco histéricos se ríen y piensan que están pasados, que no hay motivo alguno para asustarse de ésa forma. Piensan que estando juntos, nada malo puede pasarles. Se miran y miran el entorno, y se preguntan porqué no van sentirse bien en un lugar tan maravilloso.
Hacen la cena y mientras cenan, vuelven a oir a los perros ladrar, momento que aprovecha Marta para contar lo que le pasó, guardándose muy mucho de decirles el miedo tan grande que sintió.
Jorge les cuenta que ha encontrado el diario de alguien (suponen que era un chico, por la ropa y el calzado que ha encontrado tirado) . Ése alguien cuenta que la parada a descansar no está siendo como esperaba que fuera, que se va a buscar a un amigo que se alejó y no vuelve.
En este punto se acaba lo escrito, las hojas están rotas, algo quemadas y la tinta corrida porque se ha mojado.
Y, así pasan unas horas y ya cansados deciden acostarse cada pareja en su tienda.
Las chicas están aún bastante asustadas y tienen miedo, los chicos nunca lo reconocerán pero tampoco las tiene todas consigo.
Con este panorama (Marcos ya sabe que esa noche... na de na...), deciden dormir juntos los cuatro en la misma tienda.
No duermen; imposible, cada vez que oyen un ruido, por pequeño que sea, se sobresaltan y se mantienen alertas. Así es que cada vez están más nerviosos.
Pasan las horas y por fin el cansancio puede con ellos y van cayendo en un agitado sueño.
Y los perros luchan
Mientras, no muy lejos, unos perros heridos y hambrientos intentan soltarse de las cadenas con las que están atados y escapar del alambrado en el que unos viejos cazadores los han abandonado hace ya mucho tiempo.
Sus ladridos rompen el silencio de la noche y traen desasosiego a todos los moradores de la comarca.
En su empeño en soltarse se hieren, en sus pretensiones de escapar agotan sus fuerzas, pero siguen intentándolo; saben que otros lo han conseguido. Saben que si no lo consiguen morirán de hambre.
Sólo han comido los restos de un cuerpo que se precipitó y cayó a sus pies. No les resutó fácil pues era poco alimento. Éso sólo no les llega; han de encontrar comida en algún lugar y, la han de encontrar rápido.
En los días que llevan atados y encerrados, ya han muerto más de la mitad, pero algunos han conseguido soltarse, romper la alambrada y salir.
Y Susana la encuentra
Los cuatro amigos rendidos e inquietos siguen durmiendo.
En este momento, Susana se despierta por una inoportuna necesidad fisiológica. Para no despertar a los amigos, sale de la tienda en silencio y sin encender la linterna. Un error, pues apenas se ha alejado cuando tropieza con algo, algo que hace que caiga de bruces .
Allí, caída en el suelo y a oscuras, tantea el terreno para saber con qué ha tropezado, cuando toca un cuerpo peludo, tibio e inerte.
Ha caminado mucho, está hambienta, cansada y herida, pero sigue adelante. Ha visto a los muchachos, pero sabe que se morirá antes de hacerles daño. Nunca podría hacer daño a los chicos, chicos que son iguales a los que en otros tiempos la tenían en brazos, la mimaban, jugaban con ella y por ella se dejaban querer.
Ella sabía que no, que prefería morirse.
Y... tal vez lo mejor que le podía pasar era éso: morirse.
Sí se moriría y lo haría al lado de los chicos, y así recordar su feliz infancia pues aunque la separaron de su mamá, siempre tuvo amor, el amor de los pequeños humanos.
Ella no haría lo que los demás, aunque entendía que los jóvenes se dejaran llevar por el instinto de supervivencia y se alimentaran con aquéllo que encontraran. Ella no pudo evitar que comieran al joven caído. No habría servido de nada enfrentarse a los compañeros de penurias.
Cuando llegó el segundo ya todos estaban enloquecidos y sólo querían mitigar su dolor, dolor producido por la falta de alimento, por la falta de libertad, por las heridas causadas al intentar soltarse.
Fue en ese momento cuando decidió alejarse y esperar su final.
Ahora al cabo de los días otros jóvenes volvía a estar a merced de los que consiguieran soltarse, motivo por el que había intentado avisar a la pequeña humana, la había instigado para que se volviera y no se acercara al peligro.
Se imaginaba que habría más, pues ella sabía que los humanos siempre iban acompañados, así que la siguió para ver si estaban todos lejos y cuidarlos en lo posible de sus fuerzas.
Cuando los jóvenes se metieron en su casa, ella más muerta que viva se acercó y sólo esperaba morir cerca de ellos y al calor de lo que quedaba de la hoguera.
En éso estaba, esperando la muerte cuando algo tropezó con ella y le cayó encima.
Era una de las chicas. Se asustó tanto que no pudo ni gritar. Mejor así, pues los demás estaban bastante cerca y la hubieran oído. Estaba pensando qué hacer para evitarles un final como el de los otros. Mientras, se acurrucó cerca de la muchacha desvanecida para darle calor.
Las fuerzas estaban abandonándola. Tenía que pensar de prisa, tenía que conseguir que se fueran antes de que los otros los encontraran.
La muchacha estaba caída a su lado, le daba calor y sus viejos y descarnados huesos lo agradecían.
- Es ésta una buena forma de morir. Creo que pensaré en la forma de avisarlos y me dejaré ir.
Sí se moriría y lo haría al lado de los chicos, y así recordar su feliz infancia pues aunque la separaron de su mamá, siempre tuvo amor, el amor de los pequeños humanos.
Ella no haría lo que los demás, aunque entendía que los jóvenes se dejaran llevar por el instinto de supervivencia y se alimentaran con aquéllo que encontraran. Ella no pudo evitar que comieran al joven caído. No habría servido de nada enfrentarse a los compañeros de penurias.
Cuando llegó el segundo ya todos estaban enloquecidos y sólo querían mitigar su dolor, dolor producido por la falta de alimento, por la falta de libertad, por las heridas causadas al intentar soltarse.
Fue en ese momento cuando decidió alejarse y esperar su final.
Ahora al cabo de los días otros jóvenes volvía a estar a merced de los que consiguieran soltarse, motivo por el que había intentado avisar a la pequeña humana, la había instigado para que se volviera y no se acercara al peligro.
Se imaginaba que habría más, pues ella sabía que los humanos siempre iban acompañados, así que la siguió para ver si estaban todos lejos y cuidarlos en lo posible de sus fuerzas.
Cuando los jóvenes se metieron en su casa, ella más muerta que viva se acercó y sólo esperaba morir cerca de ellos y al calor de lo que quedaba de la hoguera.
En éso estaba, esperando la muerte cuando algo tropezó con ella y le cayó encima.
Era una de las chicas. Se asustó tanto que no pudo ni gritar. Mejor así, pues los demás estaban bastante cerca y la hubieran oído. Estaba pensando qué hacer para evitarles un final como el de los otros. Mientras, se acurrucó cerca de la muchacha desvanecida para darle calor.
Las fuerzas estaban abandonándola. Tenía que pensar de prisa, tenía que conseguir que se fueran antes de que los otros los encontraran.
La muchacha estaba caída a su lado, le daba calor y sus viejos y descarnados huesos lo agradecían.
- Es ésta una buena forma de morir. Creo que pensaré en la forma de avisarlos y me dejaré ir.
[+/-] |
Federico |
Y Federico conoce a César
Cada día al salir de trabajar atraviesa el parque. Cada día hace el mismo recorrido.
Hacer este camino le da fuerzas para soportar la rutina del trabajo, pensar en el momento de llegar al parque y verlos, le da ánimos para terminar la jornada un día tras otro.
Federico como cada día se dirige hacia la zona donde están los columpios, los toboganes, las cadenas...; todos ésos cachibaches en los que los niños se entretienen y dejan por un rato tranquilas a las mamás.
Allí, delante de los juegos, se queda mirando para él, lo ve jugar con los otros niños, ve cómo todos los días juega con sus amiguitos y, cómo a veces se acerca a algún niño nuevo y hace amistad con él.
Esto alegra a Federico y le da oportunidad de preguntarse cada día con quién estará hoy, si habrá alguno nuevo, si estará con los de siempre. No es que importe, pero hace más entretenida la estancia y más variados los recuerdos de Federico.
Lleva dos años viéndolo, dos años en los que ha pasado de ser un niño pequeño a ser un muchachote de siete años, que se suelta de la mano de su mamá y se va corriendo a buscar a sus amiguitos a su zona.
Sí, el niño es muy sociable, por éso no le resultó muy difícil hablar con él. Él no sabe nada de niños, pero con éste parece entenderse
Sintió que le agradó, y podría oirle decir las cosas tan absurdas que decía todo el día.
Federico siempre está pendiente del niño... y de la mamá.
La mamá! qué guapa que está! Cómo se le parece César (sabe que se llama César desde que los encontró, cuando reconoció la voz al oir como lo consolaba porque que se había caído y lloraba)
Sí, César se parece a su mamá y a alguién conocido, pero es incapaz de saber a quién.
Federico llega a su casa y después de asearse y cambiarse de ropa, se acomoda en el sofá y mientras ve una película piensa en César y en su mamá.
Le da vueltas una y otra vez al mismo tema desde hace varias semanas. No quiere dejar pasar más tiempo.
Sigue sin saber a quién le recuerda el niño, pero no tiene la menor duda de que César se parece muchísimo a alguien muy conocido.
Como desde hace un par de años, Federico se queda dormido en el sofá y como desde entonces no quiere ir para el dormitorio; se le ha quedado grande, se siente más cómodo en la pequeña salita.
Ahora puede pensar en ellos, recrearse con el recuerdo de lo hecho por César en el día, de las riñas con los amiguitos, de las risas al bajar por el tobogán. Cierra los ojos y ve la cara de velocidad, de felicidad cuando ella le empuja en el columpio y él le pide : más fuerte mamá, más fuerte
Antes Federico se quedaba en silencio durante horas pensando en ellos y éso hizo que su esposa empezase a tener sospechas, celos, a sentirse excluída de su vida.
Federico había llegado a un punto en el que sólo quería estar a solas para recordar lo que había visto en el parque, imaginar lo que vería mañana y soñar en lo que podía haber sido. Qué bueno sería que César fuera su hijo! Cómo le gustaría ser el marido de Elena.
Sí, Federico ya no tenía interés en nada que no fueran ellos y su esposa acabó pidiendo la separación.
Él accedió y ahora se quedaba noche tras noche dormido en el sofá, con la imagen de ella en su retina, con su deseo en la cabeza, con sus sueños en el corazón. Con la esperanza de verlos al día siguiente.
Federico sabía que existía la posibilidad de que un día atravesara el parque y no los viera.
Sólo imaginarlo le helaba la sangre, le encogía el corazón.
Cada día al volver a verlos, se le escapa un suspiro de alivio y allí se queda, mirándolos y pensando.
Piensa en hace tantos años, siete, tal vez ocho, cuando se conocieron.
Compartieron el último año de universidad, salieron juntos y un día, después de una fiesta en la que todos se habían pasado con la bebida, hicieron el amor. Bueno, éso creer recordar él, pero la verdad es que igual sólo se lo imaginó, ya que siempre estuvo secretamente enamorado de ella y era lo que deseaba cada vez que la miraba.
Luego llegaron los exámenes, el final de carrera y cada uno de los del grupo se fue a buscar la vida como pudo.
Él se fue a Madrid al igual que otros compañeros. Algunos se fueron al extranjero e incluso hubo quien se quedó en la pequeña ciudad en la que estudiaron.
Ése fue el caso de Elena, allí había nacido, allí estudió, allí se quedó.
Él nunca más había sabido de ella, sí es verdad que al principio la había añorado, pero el tiempo y la nueva novia ayudaron a que la olvidara.
A olvidarla hasta que un día la vió por casualidad y se quedó allí plantado, viendo cómo mimaba, cuidaba y consolaba a un niño que lloraba porque se había caído.
Desde ese día no había vuelto a dejar de pensar en ella. Pensaba que estaba preciosa, que era una gran madre, que seguramente era una gran esposa.
Así llevaba algo más de dos años y ya no quería seguir.
Y Fedrico habla con Elena
Es un nuevo día, y como siempre Federico va al trabajo y sólo espera el momento de salir para volver al parque.
Hoy Fedrico está más nervioso de lo normal, hoy Fedrico va a ir a la zona de juegos del parque, pero no se va a esconder, va a observar al niño y a la mamá y aunque no sabe cómo, les va a hablar.
Está seguro de que ella lo recordará, sabe que han pasado muchos años, pero no cree que haya cambiado tanto como para que ella no lo reconozca.
Federico nervioso se acerca a ella. Aunque no lo parece, tiembla como un flan.
Lleva mucho tiempo pensando en este momento y le teme.
Teme que sus deseos, que sus sueños se hagan realidad. Teme que sus deseos, que sus sueños no se realicen. Teme que todo acabe, teme que no haya nada que se pueda acabar.
-Hola Elena, me recuerdas?
Ella se da la vuelta y al principio no sabe quien es el que le ha llamado por su nombre, pero enseguida se da cuenta y con alegría y sorpresa le contesta:
-Hola Fede, cuanto tiempo!
-Sí, mucho, pero viéndote se diría que han sido días: estás preciosa.
Elena se sonroja y mirando a Federico le viene a la memoria todo lo vivido con Fede hace tantos años.
-Fede, tú siempre tan amable.
-No, al verte, se diría que fue ayer cuando acabamos la carrera. Estás igual.
-Ya. Y, cómo te va?
-Bien, me va bien, trabajando. Cómo te va a tí?
-Pues, bien... Ya ves, muy bien.
Elena se pone nerviosa, no entiende qué hace Fede delante de ella, de ellos. No está segura de querer seguir hablando con él, le asusta verlo así, de repente, sin aviso, sin mentalizarse, así que para darse tiempo, le dice que es hora de marcharse.
Le dice que se alegra de verlo, a ver si alguna vez vuelven a coincidir.
En este momento, César se acercó y con la urgencia propia de un niño pidió, como si se acabara el mundo, que se le prestara atención.
Momento que aprovechó Elena para despedirse y para sin saber que no era algo raro, se preguntara si él volvería a pasar por el parque.
-Bueno Fede, encantada de verte, como ves, ahora tengo prisa.
- Ya veo, tienes un hijo muy guapo.
-Gracias, sí, es muy lindo. Bueno, lo siento, me voy. A ver si volvemos a encontrarnos.
-Claro, me gustará volver a veros. Adios César.
Fede no sabe qué decir para retener a Elena, no sabe cómo decirle que lleva dos años viéndola, viéndolos.
Y, así, sin saber qué decirse, se separan.
Federico nota cómo el mundo se le cae encima, cómo parece que el suelo se abre y cae a un pozo,,,. Nota cómo ha perdido la oportunidad de estar con Elena, con el niño.
Se queda allí, quieto, sin reaccionar. Piensa que es la segunda vez que se separa de Elena y que esta vez es más grave.
Y Elena decide
Elena llegó a su casa y una vez acomodado el niño, se sintió extrañamente triste y al rato de pensar en la casualidad del encuentro, se preguntó si Federico se fijaría en el niño.
Elena se da cuenta de que Federico casi no ha cambiado desde la última vez que lo vio. Tal vez un poquito menos de pelo y algo más barriga.
No, éso es una tontería, sigue igual. Pero no importa, no va a volver a verlo, porque un encuentro casual, no va a alterar su modo de vida. No volverá al parque, no a ese parque.
Él no tendrá oportunidad de fijarse en César. No, mejor que no vuelvan a encontrarse, por el bien de todos.
Elena no va a permitir más cambios drásticos en su vida.
Elena quiere vivir en paz con su hijo.
Su hijo, sólo hijo de ella, de nadie más
Elena no va a cambiar los últimos ocho años de su vida por los últimos ocho minutos.
Sí, Elena y César seguirán con su vida.
[+/-] |
Yo soy yo |
Carlos cambió de postura. Sólo ahora se dio cuenta del mucho tiempo que llevaba esperando. Tenía un pie dormido y sentía un hormigueo por toda la pierna.
Miró el reloj y viendo lo tarde que era, se preguntó por qué Laura tardaba tanto en llegar, en lo más recóndito de su mente empezó a germinar una duda, empezó a sentir el temor de que Laura no llegara.
Siguió apoyado en la farola fumando, mirando de un lado para otro, esperando ver la llegada de Laura.
Esperando y pensando en los últimos meses, meses en los que había cambiado su vida.
No podía creérselo, pero estaba viviendo como en una nube, una nube de felicidad. Desde que empezó a salir con Laura era totalmente feliz. Totalmente feliz?
Sacudió de su mente las dudas que le acosaban, unas veces solapadas, otras de forma cruel y nítida. Dudas que sin poder evitarlo nacieron en el preciso instante en el que le presentó a Laura a su hermano Roberto.
Roberto, el guapo, el ligón, el genio, con una carrera universitaria, bien formado, con clase... el hijo por excelencia, el perfecto de la familia.
Roberto es el mayor de los dos, durante años fue el espejo en el que se miraba Carlos, el modelo a seguir.
Durante años, muchos años, Carlos no respiraba si Roberto no lo autorizaba. Carlos fue durante años la escoba que barría los restos que dejaba Roberto. Igual recogía las sobras de una merienda,las películas prohíbidas, que las botellas vacías.
Roberto pasaba por el mundo pisando fuerte, desde niño, desde siempre.
Todos presumían de ser padre, madre, amigo o vecino de alguien tan genial, inteligente y divertido como Roberto y Carlos estaba siempre detrás para sacarle el brillo.
Siempre estaba allí para consolar a las chicas de las que Roberto se aburría, para mentir a su mamá cuando Roberto hacía alguna de las suyas, para que su padre se desahogara con él si Roberto no estaba a la altura de algo. Carlos estaba allí para que no se notara cómo era realmente Roberto.
Sí, Carlos sin saberlo era el puntal en el que se apoyaba Roberto para mantenerse en la cima en la que la admiración desmedida de los padres lo había subido. Y Roberto estaba acomodado en su grandeza y ni siquiera sabía lo mucho que usaba y abusaba de su hermano pequeño.
Carlos era la sombra de su hermano mayor y nunca pensó que pudiera ser otra cosa.
Nunca, hasta que después de varios años de instituto, de dos cursos en la facultad y de pensar que si no lo aceptaba se tiraría a algún pantano, Carlos decidió dejar de ser la sombra de Roberto, de ser él mismo y pedirle a la chica de sus sueños desde la adolescencia si quería salir con él.
Laura, la hermosa Laura. Carlos conoce a Laura desde que eran unos chicos de instituto y siempre le pareció preciosa. Laura iba creciendo y su cuerpo se iba formando y Carlos veía cómo cada día era más guapa.
La veía cuando tenía hierros en los dientes, (esos hierros tan horribles que le ponen a todos los chicos ahora). La veía cuando iba con unas largas coletas y cuando dejó de hacérselas. La miraba y le parecía guapísima con el chandal de gimnasia, con un vestido para ir algún baile de instituto, con vaqueros, con zapatos de tacón o con tenis. Carlos la miraba y la veía con los ojos del corazón, del amor. Siempre estaba guapa Laura para Carlos y Carlos la admiraba y la amaba desde la distancia.
Laura era simpática, buena y además estudiaba mucho (al menos en vísperas de exámenes) y eran éstos, los exámenes los que dieron la oportunidad a Carlos de que Laura lo conociera; Laura estaba "floja" en algunas materias y Carlos no dudó en ofrecese para ayudarla a prepararlas.
Ahora hacía tres meses que salían juntos y había decidido presentársela a sus padres y a su hermano.
Le causaba un gran desasosiego presentársela a su hermano. El fantasma de complejo de hermano pequeño, de hermano feo y simple de la casa, no dejaba de acosarlo. No en vano había sido siempre el segundo, el otro hijo, el hermano de Roberto.
Aún veía la cara que puso Roberto al verla, cara de: Increíble.
Aunque hablaba con Carlos, Roberto miraba a Laura a los ojos mientras decía:
-Hermanito, qué callado te lo tenías!!! Laura, mi hermano pequeño es un gran alumno! Tanto que ha aventajado al profesor!
Laura sonrió halagada, pero Carlos notó la incredulidad en las palabras de Roberto; él sabía lo que había querido decir: Cómo es que esta contigo y no conmigo?
Carlos sintió que volvía a tener un pie dormido y cambiando de postura miró el reloj. Oh! llevaba más de una hora esperando y Laura no llegaba. Dónde estaba?
Llamó a su casa apara comprobar que no había llamado anulando la cita y notó la oculta (en realidad no tan oculta) satisfacción de su hermano al saber que Laura le había dado plantón. Hermano, porqué no puedes alegrarte de algo bueno que me está pasando?
Ya abatido y cansado de estar apoyado en la farola, Carlos inicia la vuelta a casa cuando oye que gritan su nombre.
CARLOS! CARLOS!
Carlos se vuelve y ve a Laura corriendo, sofocada y sin aliento. En unas décimas de segundo, a Carlos se le han pasado todo el cansancio y el hormigueo del pie y las dudas y todo lo que no sea la felicidad de ver a Laura y de poder dejar que se apoye en su hombro para recuperar el aliento después de la carrera que ha realizado para llegar antes de que él se fuera.
Ya no importa lo tarde que es, los pensamientos oscuros, la risa burlona de Roberto. Ya no importa ser el pequeño, el feo, el menos inteligente; ya nada importa.
Sólo que Laura ha corrido y casi se muere del esfuerzo por llegar junto a él.
Carlos sabe que él es un gran tipo, no es sólo el hermano pequeño, el otro hijo, ya no, pues Laura está con él y él con Laura.
[+/-] |
Qué partido. Mi madre qué partido!!!! |
Lo vi, claro que lo vi. Al principio sola, luego acompañada por toda la familia.
Sí, estaba pasando el finde con la familia en León y, allí me pilló El Partido, y allí viví las dos horas, más o menos que duró el encuentro.
Aunque me levanté sigilosa, aunque el volumen del televisor estaba bajo, aunque suelo tener respeto por el vagueo legítimamente ganado de los domingos por la mañana, no pude evitar despertar con mis exclamaciones de gusto unas veces, de rabia e impotencia otras (cuando algún triple de Carlos Jiménez estando más dentro de la canasta que fuera, se escapaba...) y de coraje otras, sólo recordar tantos "pasos" que hicieron los americanos y que no les pitaron, tantas faltas de contacto que a los nuestros sí les pitaban y a ellos casi nunca.
No, no pude evitar despertar a la familia, y la familia me lo agradeció.
No es que ellos sean unos forofos no, pero jugaba nuestra selección y, al igual que no hace tanto la de fútbol, éstos nos dieron muchas alegrías y había que acompañarlos.
Teníais que ver a mi cuñada gritar cuando un balón iba por el aire y al final entraba, o cuando el "árbitro de los americanos" nos pitaban alguna falta que por supuesto nuestro chico no había hecho!
Sí señor, fueron dos horas en las que yo soñé que ganábamos y en las que mi familia estaba encantada de poder gritat y de ver cómo yo pasaba de la euforia a la pena, del cabreo a la resignación y otra vez a la alegría.
Y al final una medalla de plata que tiene sabor a oro (suponiendo que el oro tenga sabor, que yo me imagino que sí, por éso es que los que la ganan la muerden)
Bien por los nuestros, por los que ganaron madallas, por los que casi las ganaron y por los que no llegaron a casi ganarla pero dieron todo lo que pudieron.
Un HURRA por todos.
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La Otra |
Entra en el portal cargada de bolsas. Tiene que colocar toda la compra en unos minutos, que son los que le quedan antes de bajar.
Él está a punto de llegar y no le gusta esperar; podrían verlo, siempre teme que alguien pueda verlo.
Él ha de guardar las apariencias, tiene mucho que perder si alguien de su entorno lo ve.
Por éso es que casi nunca salen juntos, casi nunca entran juntos.
Ella sabía que esto iba a ser así, pero ahora se le está haciendo muy difícil de soportar. Llevan así cuatro años y está cansada. No, ya no es feliz.
Mientras deja la compra en su sitio, Charo piensa que últimamente ésta es una sensación recurrente. Cada vez más a menudo se encuentra pensando en que su vida no es lo que debería de ser, lo que siempre imaginó.
Se siente atrapada, se siente víctima de su propia decisión, de su propio amor. Ahora piensa mucho en ello y estos pensamientos no le gustan. Ella no quiere seguir sintiéndose atrapada... víctima...
Charo termina de colocar las cosas y aún le da tiempo a prepararse. Se maquilla y se perfuma. Elige un hermoso traje negro con la espalda al aire, se calza unas sandalias en plata y con el pelo recogido se observa en el espejo. Se retoca y se vuelve a mirar: todo es poco para estar guapa para él.
Ella sabe que él no soportaría verla con chándal, adora lo hermosa que es y quiere verla siempre muy bien vestida, o como dice medio en broma, medio en serio (ella sabe que de broma no tiene nada) "La mujer ha de estar bien vestida o sin vestir", pero nunca con chándal, camisetas o vaqueros rotos.
Hace cuatro años que Charo conoció a Julio en casa de unos amigos comunes. Se enamoró de él al instante y por éso se sintió como en el cielo cuando él la invitó a salir. Se sentía importante, especial.
Julio, tan popular, tan elegante, un hombre maduro, un triunfador.
Empezaron a salir, primero a cenar, luego al cine. Más tarde vinieron los viajes a los mismos sitios. Juntos, pero separados, siempre simulando que no se conocían, que se encontraban por casualidad. Iban a los mismos hoteles pero tenían habitaciones separadas. Iban a las mismas fiestas, pero hablaban con otras personas.
Al principio esto hacía que todo fuera más excitante, parecía que vivían una película. Se sentía en una nube.
Pero el tiempo fue pasando y a Charo ya no era feliz con cenas en lugares remotos, con tardes robadas al trabajo.
Ya no disfrutaba de los viajes separados, de los encuentros secretos.
No quería migajas, quería vivir con él, dormir con él, despertar con él.
Julio estaba casado y hacía mucho que le prometía que pronto se divorciaría, pero ese pronto no llegaba y Charo se sentía mal, se sabía La Otra.
El tiempo pasaba, Charo no entendía porqué él no acababa de separarse, porqué no se casaban, porqué no vivían juntos.
Si ambos se amaban, si él la amaba y si como decía no deseaba a su esposa ni estar con ella, porqué no se divorciaba?
Él alegaba que algunos negocios estaban a su nombre y éso era un problema, que le estaba llevando algún tiempo, que no era fácil. Pero ya había pasado mucho tiempo y no lo había solucionado.
Charo se preguntaba si no podía hacerlo o no quería.
Sabía que existía casos en los que un hombre se acostumbraba tanto a tener una esposa en casa y una amante en el apartamento, en los hoteles,dutrante los viajes, que no hacían nada por modificar tal situación.
Ella sentía que estaba siendo así. Que era la amante: La Otra
Estar con Julio era maravilloso, eso no había cambiado, seguía siendo como estar en una nube, en una nube de felicidad y ésto era lo que hacía que luego el quedar sola fuera doloroso, tan insoportable.
Todas las fechas señaladas, navidades, cumpleaños, los veranos, y otros muchos días importantes y esperados,tenía que pasarlos sola. O no tan sola, pero sin él.
Él parecía no darle importancia, él decía que pronto todo cambiaría, pero ella no veía que fuera pronto y ésto estaba dejando una huella dolorosa en su alma.
Él venía a verla tan feliz y luego se iba tan contento. Era ésta una actitud que Charo no comprendía. Cuando se narchaba Julio ella sentía el peso de la soledad. La soledad de sentir que era La Otra
Lo amaba, sí, lo amaba y quería compartir su vida con él. Sentía un gran amor por él pero... ya no era feliz.
Ella quería tener un marido, un compañero, ya no se conformaba con un novio fantasma.
Éso le parecía Julio últimamente: un fantasma.
Un fantasma pues no podía presentárselo a nadie. Un fantasma porque nunca estaba. Un fantasma porque siempre desaparecía...
No, no era feliz. Charo se sentía muy desgraciada.
Caro hoy se había puesto especialmente guapa, se había vestido con un gran gusto, con elegancia.
Charo había tomado una decisión.
Hoy Charo le pediría que él también tomara una decisión.
Ya no quería seguir siendo "La Otra".
Charo sabía que su futuro dependía de lo ocurriera hoy, así que se volvió a mirarse al espejo. Se vio hermosa.
Mientras bajaba pensaba que no quería seguir teniendo un novio fantasma.
No, no era éso lo que quería para el resto de su vida.
Bajó decidida a dejar de ser "La Otra".
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El Apartamento |
Maina termina de recoger el salón. Ya limpió la habitación y también el baño. Todo limpio, a la espera de volver a usarlo.
Maina decide tomarse un té y mientras se hace prepara la taza, este azúcar no es como el nuestro. Piensa que hay muchas cosas que no son iguales a las de su país. No sabe si serán mejores, pero sí que son distintas.
Todo en su nueva vida es distinto. No puede evitar pensar en esto y unos pensamientos llevan a otros y así, sin darse cuenta se encuentra recordando su casa, su tierra, la vida que llevaba, la vida que dejó atrás. Su vida.
Maina piensa en su familia. Siente nostalgia, los echa mucho de menos, le da pena que estén tan lejos, pero sabe que hace todo lo que puede por ellos y en lo posible ellos allí deben de ser felices. Desde que ella está aquí, no les falta de nada, al menos de nada que sea normal.
Maina bajará en un momento al locutorio cercano y como cada sábado llamará su casa y hablará con su familia. Como cada sábado se llenará de pena, y se pregunta si sería posible recuperar su alegría, la alegría que sentía al estar con los suyos, allí, lejos, donde era alguien que ya casi no recuerda. Se pregunta cada sábado si volvería a ser lo que fue. Sabe que ya no es posible, ha perdido demasiado; lo ha perdido todo.
Llama, como cada sábado, llama.
-Qué hay mamita. Cómo está usted?
-Bueno hija, aquí haciéndole la lucha a la vida. Cómo estás tú? Estás bien?
-Sí mamita, estoy bien.
-Claro, tú si que vives bien! Ahí debes de vivir muy bien.
Si usted supiera, mamita...
-Bueno mamita, necesita usted algo?
-No hija, no. Ya sabes que no tengo salud pero con la ayuda de Dios y de la virgencita, voy viviendo.
Sí, con la ayuda de Dios.
-Madre, déjeme hablar con padre.
-Hola papito, cómo está?
- Muy bien hija. Desde que te fuiste, aquí se vive bien pero con pena por no tenerte. Cuándo vuelves?
-Pronto papito, pronto...
-Hija, no le hagas caso a tu madre, ya sabes que se queja por todo. No necesitamos nada más. Vive tú hija, vive tú.
-Gracias papito. Te quiero mucho.
-Yo también te quiero.
-Espera que tu hermanita te quiere hablar.
-Hola Maina, qué tal?
-Bien hermanita, cómo está usted? Y los bebitos?
-Bien. Hermana, me comprarás un aparato para escuchar los discos? Ahí hay muchos. Me lo comprarás?
–Sí, amorcito. Cuida mucho a los hermanitos pequeños. Y a mamita.
-Lo hago hermana. Un abrazote. Ahora te habla mi hermanito.
-Hola, cómo se vive por ahí? Cuándo me puedo ir yo?
-No lo sé. No es fácil.
-Sí lo es. Tú lo dices. Yo no quiero vivir aquí. Aquí no se vive. Nunca tenemos nada. Hermanita quiero irme contigo.
-Ya hablamos, ahora no puede ser. Necesitáis más dinero?
-Bueno, no vendría mal. Ya sabes que todo es muy costoso. Nacesito una moto.
Necesito? No necesita, pero se ha acostumbrado a que llegue dinero. Qué estoy haciendo?, qué estoy haciendo?
-Claro hermanito, yo les mando, ahora ya les mando. Cómo gastan todo lo que les mando?
Todos los sábados se reproduce la misma conversación. Unos con otros, son muy parecidos y cada vez tiene la misma sensación. Siente que están abusando de ella y, sabe que le mienten. Ésto es fácil de saber. Ella reconoce las mentiras, ella misma miente cada vez que habla con ellos.
Y, cómo no mentir?
Cómo decirle la verdad cuando la verdad es tan terrible que sólo con mentiras puede olvidarla un poquito?
Maina recuerda cuando llegó. Era tan joven, tan inocente. Hoy sabe que también era hermosa, pero todo eso ha quedado atrás. Maina sólo sabe que para sobrevivir ha tenido que mentir, que mentirse.
Maina llegó a este país llena de energía. De ilusiones, quería ganarse la vida, encontrar un marido, tener una linda casa y unos hijos. Maina llegó llena de esperanza.
Todas las personas que conocía decían que era un país en el que se vivía muy bien, que se ganaba mucho dinero, que todo era bonito.
Maina llegó y en pocos días descubrió que había muchas cosas hermosas, pero también descubrió que había mucha gente mala.
Pronto se vio obligada a hacer algo que nunca, ni en sus peores pesadillas, había imaginado.
Pronto se sintió tan sucia, tan vejada, que empezó a mentir, a mentirse.
Lo primero que hizo fue convencerse a sí misma que lo que estaba haciendo no era tan malo, que muchas mujeres lo hacían.
Sólo engañándose podía iniciar cada mañana un nuevo día.
Poco a poco Maina fue olvidándose de sus sueños y poco a poco se volvió fría y calculadora.
Poco a poco Maina se convenció de que o se adaptaba a su nueva vida o moría. Y Maina no quería morir, quería vivir.
A Maina la obligaron a hacerlo y cuando consiguió cerrar los ojos, anular los sentidos y no pensar, Maina consiguió sobrevivir...
Ahora Maina seguía haciéndolo, pero controlaba la situación. Maina era su jefa, marcaba horarios, marcaba precios.
A pesar de los que cada sábado enviaba a su país, de lo que le costaba mantenerse, Maina tenía unos buenos ahorros.
Maina había perdido la ilusión que tenía cuando era joven (Maina ya no se sentía joven a pesar de tener tan sólo 25 años) pero ahora tenía ahorros y poder sobre algunos hombres importantes que hacían por complacerla al ser complacidos.
Maina miraba su nuevo apartamento y pensaba que era tan hermoso como los ideales que había perdido para conseguirlo.
Maina no medía el precio de las cosas en dinero. Las cosas, todas la cosas costaban un número de hombres, no una cantidad de euros.
La Maina de ahora sabía que el apartamento había costado muchos números de hombres y demasiados números de sueños.
Maina no había elegido ser, pero sí había elegido estar.
No quería pensar, sólo quería triunfar.
Maina ya no quería conseguir sueños, quería cumplir objetivos y sabía que cuando los alcanzara, ellos olvidarían cómo los había alcanzado al igual que olvidaban que ellos, sólo ellos la había iniciado en el camino.
Maina miró el apartamento y vio que estaba impoluto. Sí, Maina tenía un apartamento hermoso, una cuenta corriente llena y un corazón vacío.
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Lo que nos queda por vivir |
Solos
Se miran, sonríen y siguen con sus cosas.
Él lee el pariódico deportivo, ella un libro que le regaló su hijo al marcharse.
...Y, ésto es lo que hace que no pueda concentrarse en la lectura. Allí donde debería de haber un montón de letras que unidas entre sí formaran palabras, que unas junto a otras hicieran frases, que éstas más las siguientes configuraran la historia que el autor quería contar, ella, Clara, sólo veía una hoja llena de letras que bailaban como festejando una alegría que ella no entendía.
No tenía un libro, tenía un objeto, un objeto que le recordaba que su hijo se había ido.
Primero Luisa, luego Carlos y ahora Felipe. Sus tres hijos se habían ido, habían, como no cabía esperar otra cosa, empezado a formar su propia vida.
Clara pensaba que desde muy joven había sido educada para criar a sus hijos, para dedicarles la vida, a dejar todo por ellos... por su marido.
Clara había sido muy feliz haciéndolo, pero ahora....
Ahora pensaba que nadie le había enseñado a recuperar su propia vida. No sabía volver a vivir su vida, no sabía en qué emplear su tiempo, vivir sin sus hijos.
No sabía cómo decirle a su esposo que lo necesitaba. Que volvía a necesitarlo. Se sorprendió a sí misma con este pensamiento: necesitaba de nuevo a su marido. Pero él... Estaría él dispuesto a volver a ella, a aceptarla?
Era consciente de que durante años, muchos años, se había "olvidado" de su esposo. Ella había sido una buena madre, y para casi todo una buena esposa, pero había determinadas cosas en las que apenas había pensado durante los últimos años.
Clara se sentía perdida, tantos años viviendo para que sus hijos vivieran que ahora que sus hijos vivían, ella no sabía vivir.
Él lee el periódico, bueno, éso es lo que parece, porque Daniel no está leyendo. Daniel como hace muchas veces, mira a su esposa y se pregunta qué piensa, porqué está tan triste, qué podría hacer para evitarlo. Se pregunta qué puede hacer para recuperar a su esposa, recuperar la alegría de estar juntos, solos y juntos.
Daniel también está perdido, solo, e impotente ante el vacío que ha quedado en sus vidas.
Tampoco nadie le ha enseñado que además de trabajar y trabajar,iba a llegar el momento en que tenía que vivir lo que le queda por vivir. Nadie le ha enseñado.
Siempre pendiente de trabajar, de que a los hijos no les faltara de nada. Pero ahora... Y ahora?
Clara suspira y mira a Daniel, su Daniel. Lo ve envejecido y piensa que no se enteró cuando se hizo viejo. No tenía tiempo de verlo, tenía tres hijos y una idea fija: criarlos.
Y ahora Clara empieza a sentir que necesita de nuevo a su marido. Clara sabía lo mucho que había cambiado su cuerpo, lo poco que ella se "ocupaba" de su cuerpo. Ahora que tenía tiempo se miraba algunas veces al espejo y no se reconocía. Daniel estaba viejo y ella... cómo la veía a ella su marido?
Daniel mira a Clara y siente que deben de volver a ser ellos dos, otra vez ellos dos. Que sólo así pueden seguir con su vida, una vida que ya empieza a entrar en su recta final.
Pero que es una larga recta y quiere vivirla. Ve cómo Clara ha cambiado, ya no es la alegre chica, ya no la joven madre de sus hijos. Clara es ya una mujer madura que ha estado ahí todos estos años y él casi ni la veía: tenía que trabajar, trabajar y trabajar.
Daniel ya no trabaja, Clara ya no tiene que cuidar de los hijos y juntos y solos ven pasar las horas, los días, las noches.
Los días son largos, las noches más largas y ellos no saben qué hacer con unos días y unas noches que de repente parece que ya no son las dos divisiones de 24 horas, si no dos unidades de muchas horas.
Se miran, Clara y Daniel se miran y sonríen.
No lo saben, pero los dos entán pensando lo mismo: hoy es un buen día para que hagamos que sea nuestro primer buen día de nuestra futura buena vida.
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Martinsa- Fadesa: El Prestige de la economía? |
Hoy todos hemos leído una noticia de alcance nacional. Una noticia que por varios motivos puede cambiar la vida de mucha gente.
La noticia es tan importante que hasta varios ministros han dado la cara y han asegurado que los afectados lo van a ser menos gracias a su intervención.
Hoy, Martinsa Fadesa ha presentado en un juzgado de La Coruña un "Concurso Voluntario de Acreedores", léase: SUSPENSIÓN DE PAGOS.
Eso, señores, supone una hecatombe a nivel local, un aumento en desempleo en una ciudad en la que si bien no se vive mal, no es una ciudad en la que sobre el empleo precisamente, ni el empleo ni los grandes sueldos.
Dice el Ministro de Economía que el gobierno se va a ocupar de que las (al menos) 12.000 viviendas que tenía programadas, se terminen y sean entregadas a los compradores o en su defecto que se les devuelva el dinero adelantado. Pero también dejan claro que ellos (entiéndase el ejecutivo) no va a absorber la deuda.
Siendo así no es fácil de creer lo asegurado por el Ministro. Las cifras que presenta la constructora como deudas son mareantes.
Y tantos proyectos, en tanto lugares y sobre todo tantos litigios como tenía abiertos, (tiene abiertos litigios en Santiago y en Coruña por incumplimiento de normativa y por alteración ambiental) no han sido motivo de investigación?
No oían a los trabajadores que ya hace tiempo comentaban los rumores de quiebra?
Fíjense que hasta yo sabía que esta empresa acabaría así!
La quiebra de Martinsa-Fadesa afecta a muchos madrileños (la mayor parte de las viviendas programadas estaría en una zona privilegiada de la costa coruñesa y habrían sido compradas como segunda vivienda o como inversión) como compradores de viviendas, pero lo terrible es que dejará sin empleo, que afectará a unos 1200 trabajadores de La Coruña. Eso supone muchos parados y un gran atraso económico en una ciudad tan pequeña.
Afecta a muchos pequeños inversores y a muchos pequeños empresarios (tenían invertido en un polígono industrial cercano a la ciudad).
Demasiado trauma económico y social para una ciudad sin grandes apoyos industriales.
Demasiado trauma para los 250 empleados directos y 1150 indirectos.
Demasiado trauma para una ciudad que además de todo esto, se puede ver sin su equipo de fútbol. Por que no podemos olvidarlo. No, los 30.000 socios del Dépor, no podemos olvidar que después de superar una tensa temporada ahora podemos quedarnos sin equipo.
Martinsa-Fadesa ES el patrocinador del Deportivo de La Coruña.
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Y pasan los años... |
Los años no pasan el balde.... Los años pasan para todos... Cómo pasan los años!!!
Ya quisiera que así fuera, que pasaran, pero los años no pasan, los años quedan y se van acumulando.
Y lo hacen en la memoria, y los recuerdos no permiten un libre análisis del momento sin que la experiencia (recuerdo al fin y al cabo) intervenga y nos condicione el juicio, la valoración.
En las grietas del corazón, en las heridas del alma. Que no dejan que las vivencias nuevas sean vivencias vírgenes, sin comparaciones, sin temores a vivir lo vivido.
Los años se quedan en los kilos de las caderas, en las pieles secas, en los músculos débiles.
Los espejos se encargan de que no lo olvidemos. Cuando uno ya no desea mirarse en el espejo, cuando se huye de la imagen reflejada, cuando se pasa de estar una hora ante el espejo a mirarse de forma fugaz, muy fugazmente...
No, definitivamente los años ni pasan en balde, ni pasan para todos: los años se quedan.
Cuando el recuerdo del pasado, léase nostalgia, ocupa en nuestro pensamiento más tiempo que el dedicado a planear el futuro, ya los años se han quedado, ya los años no quieren pasar.
Tal vez en ésto estaba cuando alguien (¿?) dijo: Cualquier tiempo pasado fue mejor.
Al cuerpo se le puede ir educando, adecuando durante años para el recibimiento de los años venideros. Para la acumulación de los pasados. Si se le suministran extras para la piel, para los músculos, para la vista, para todos y cada uno de los componentes de nuestro organismo.
Por qué no preparar nuestra mente para convivir con los recuerdos? Por qué no se educa la mente? Porqué no se le enseña al alma para que acepte los años acumulados?
Por qué no aprender que los recuerdos sean el motor que nos ayude a avanzar y no un lastre que nos ancle en el pasado?
Cómo conseguir ésto? Cómo hacer limpieza en nuestro bául de los recuerdos?. Cómo deshacernos del fondo de armario?
Si mientras vivimos aprendiéramos a vivir! A seguir viviendo!
No sería tan terrible mirarse al espejo, ni al que refleja nuestra imagen, ni al espejo que muestra nuestra experiencia y que nos dice cuántos años de los vividos son años acumulados.
Por qué cuesta tanto dejar que los años pasen?
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EN SU DEDO. |
HISTORIA DE UN ANILLO.
Soy un anillo, estoy en el dedo de María y esta es nuestra historia; la mía y la suya; la de los dos.
Aunque hace tiempo que ella me conoce, yo la voy a conocer hoy.
Mª fue a la peluquería, se hizo la manicura, se puso más bonita que nunca.
Hoy era el gran día, bueno, la gran noche; hoy por fin le ofrecería el anillo que ella había elegido; el anillo de compromiso.
Anillo que confirmaba su deseo de que fuera su esposa.
Mª se miraba la mano y estaba segura de que el anillo luciría muchísimo en su dedo
Estaba tan emocionada que llevaba ya dos días sin dormir, sin comer, hecha un manojo de nervios.
Así es María. Así era María.
Yo soy un anillo de oro, con una hermosa, aunque no muy grande piedra que se llama brillante.
En su día fui elegido para ser expuesto en el escaparate. Fue un orgullo para mí; era el centro de atención de todas las novias, presentes, pasadas y futuras.
Me fabricaron hace mucho tiempo. Mi pequeño brillante yo hacemos buena pareja. Eso es lo que yo siempre deseé.
Ahora ya tengo 25 años y llevo 17 con María.
Junto a varios hermanos me llevaron a una ciudad. No era ni grande ni pequeña. Pero era una buena y bonita ciudad.
Estaba tan orgulloso que no fui consciente de que me estaba quedando solo, todos mis hermanos estaban ya en la mano de alguna de aquéllas novias que me habían admirado. Yo no, yo me quedé y pasé de moda, yo fui relegado a un rincón al llegar nuevos modelos, más actuales y llamativos.
Pero no todo estaba perdido, María se acordaba de mí, recordaba todas las veces que había soñado con ser novia y llevarme en su dedo.
¡María! La dulce y soñadora María.
Hoy es el gran día para María y mi primer día con ella.
Él la ha llevado a que elija el anillo de compromiso y ella no ve nada que le guste, ella soñó con uno que ahora no ve.
-Señor, no le queda uno que tenía en el escaparate hasta hace poco?
-Pues no sé, veamos.
-No, ninguno de ´éstos, no tiene más?
Él dice: qué más da, seguro que el que tú dices es feo y viejo, elije uno de estos, son modernos y bonitos
-No, espera.
-Señor: no le quedan más?
Entonces es cuando yo, que ya había perdido toda esperanza de alcanzar el objetivo para el cual fui creado, fui visto por María.
-Éste, éste es el que quiero.
Él me miró y noté que no le gusté, pero como el comerciante dijo que era barato, pues había quedado olvidado desde hace muchos años, Él pensó que mejor, que al fin a al cabo ella era la que me había escogido.
Y, así pasé a ser el anillo de compromiso, el compañero inseparable de María. Llevo 17 años en el dedo con María .Mi buena María.
María estaba acabando la carrera de ciencias de la educación, soñaba con ser profesora desde que era niña. Ahora estaba a punto de cumplir otro de sus sueños
María era joven, inteligente, cariñosa con todos y feliz.
Estaba enamorada, comprometida y pronto se casarían.
Él también acababa este año la carrera de derecho y tenía grandes metas. Una de ellas era casarse con María.
Por fin habían fijado la fecha, se acercaba el Día y había que dedicar todo el tiempo a los preparativos.
María y su madre estaban inquietas, nerviosas; todo tenía que salir bien.
Qué orgullosa estaba María de tener una madre como la que tenía; la comprendía, la apoyaba y compartía con ella todas las ilusiones y las pequeñas preocupaciones de los preparativos.
-Mamá, este te gusta?
-Claro, hija, te queda muy bien, pero prueba este otro, es más juvenil.
Así todos los días, hasta que por fin se quedaron con unos pocos modelos
Juntas disfrutaban de todo, y se tomaban un cafecito al terminar el día. María era feliz.
Cuando María le enseñó a él los vestidos de novia elegidos para que le diera su opinión, María se sorprendió del poco entusiasmo que demostró, pero claro: Él era un hombre y no entendía de trapos. Aún así le recomendó el más serio, le recordó que iba a ser su mujer, la mujer de un futuro abogado famoso y no podía permitirse un vestido que hiciera que pareciera una cualquiera.
María aceptó la sugerencia y escogió uno muy serio. Igualmente estaba hermosa.
María y su madre hicieron la lista de invitados por su parte y cuando María se la enseñó Él le recordó que iba a ser la mujer de un abogado y que algunas de las personas que estaban en la lista debían de ser borradas, no eran gente recomendable para ser vistas en su compañía. María no lo entendía, pero pensó que él tendría razón, si él era un gran abogado, no podía seguir con los mismos y humildes amigos de siempre.
Esto le entristecía, pero ya le había dicho varias veces que él debía de cuidar su imagen, la imagen de un gran abogado.
Los días pasaban y ella soñaba. Soñaba con vivir en una bonita casa con jardín cerca de sus padres, con tener niños. Soñaba.
Él siempre decía: María, tu de éso no te preocupes; la casa es cosa mía, Además, nos trasladaremos pronto a Madrid, aquí no hay sitio para un gran abogado.
María se sentía triste, temía sentirse sola, no tener cerca a su madre, a sus amigos.
No quería estar triste, así que pensaba que no debía preocuparse de éso, que igual tardaban años en irse a Madrid o que tal vez nunca se irían.
Cuando María soñaba, cuando estaba preocupada, me daba vueltas y más vueltas en su dedo; así es María.
Otras personas enredan con el cabello, fuman, o comen, María me daba vueltas y me miraba
Cuando su hermanito enfermaba, no llegaba temprano o sus padres se enfadaban con él, María se preocupaba y me daba vueltas. Si su novio llamaba para decir que no podía venir, ella apenada me daba vueltas y vueltas.
Así era de aquélla, así es hoy, 17 años después.
Por fin llega el día, el gran día.
Después de un día de ensueño, de estar en una nube, se van de viaje, se van a unas islas en un viaje que Él ha programado. Es lo primero de toda su vida que Él programa, desde hoy, María ya no tendrá que pensar en nada; todo lo va a programar Él.
Él programa el piso que se alquila en Madrid, Él programa los hijos que tendrá, la ropa que llevará, las amigas con las que saldrá, las visitas a su madre, a quien cada vez ve menos.
María echa de menos a sus padres, a su hermano, a sus amistades de toda la vida.
María casi no tiene amigas en Madrid, sólo conocidos/as de su marido, compañeros de bufete con quien no tiene confianza.
Es el precio que ella tiene que pagar por ser la esposa de un abogado que va a ser importante.
Tiene que apoyar a su esposo, tiene que ser quién él desea que sea. Es su esposa.
María está sola, María me da vueltas y más vueltas y más que sueños, lo que tiene es añoranza.
Han pasado tres años y María espera un bebé. Cuando el bebé nace absorbe todo su tiempo.
Ya no se acuerda de su carrera, de sus sueños de enseñar, ahora tiene un niño y él recibirá toda su atención, todo su amor, todo su saber.
María vuelve a ser feliz. Dejará de estar sola, tendrá un bebé.
Su madre y su hermano están con ella, su papá ya se marchó, pero por unos días, todo volvió a ser como siempre.
-Mamá, qué feliz soy!
-Claro hija, ser madre hace feliz a cualquier mujer.
-Dime, cómo va todo en casa?
-Bien, hija, bien. Tu hermano este año entra en la universidad.
-Echo de menos la universidad.
-Bueno, cuando crezca Marcos, puedes hacer un curso de reciclaje, te vendrá bien estar con gente
-No, a Él no le gustaría. Él quiere que esté en casa y ahora más.
-Bueno, ya hablaremos cuando Marquitos sea un mocito
Y las dos miran a Marcos y se sienten afortunadas.
El tiempo pasa y María es la mamá de Marcos y la esposa de Él, no piensa en nada más.
Él decide qué se compra, a dónde se van de vacaciones, con quienes salen por las noches, Él lo decide todo, pero María ahora tiene a Marcos y es feliz.
Continuacion