Elena mira a sus amigas y sonríe feliz.
Realmente encuentra divertida la situación, ella ahí sentadita y sus amigas nerviosas y corriendo de un lado para otro en busca de un montón de cosas.
María no encuentra la diadema, Viky busca el lazo del vestido, Marta el ramo de flores y a Julia le ha desaparecido la carterita donde tiene los anillos.
Sí, Elena encuentra gracioso todo este remolino de idas y venidas de sus amigas.
Claro que antes de que esto empezara, ellas se pasaron el tiempo arreglando que su aspecto fuera impecable, que su vestido estuviera sin una sola arruga, que el velo encajara en el tocado, que no tuviera ni un pelo fuera de lugar.
Ahora ya casi estaban todas a punto.
Mientras acababan de componerse Elena pensaba que en un momento estaría dándole el "Sí, quiero" a Pedro.
Pedro era el chico más guapo del grupo, el que la hacía feliz. Con quien siempre había deseado estar.
Pedro es amable con todo el mundo, cariñoso con sus padres, alegre cuando están con el grupo, amoroso (muy "amoroso" cuando están solitos) y trabajador. Pedro es un amor; su amor.
Elena piensa que Pedro al igual que ella, quiere formar una familia, quiere tener hijos y una casa, una hermosa casa en las afueras, con un pequeño jardín que cuidarán los dos y en el que pondrán columpios y juegos para los niños.
Dentro de un momento se casarán y con su flamante marido irá a una isla maravillosa a pasar su luna de miel. Ella y Pedro solos y felices en una isla en la que harán el amor, pasearan, disfrutaran el uno del otro sin separarse ni un minuto.
Las amigas ya están preparadas; unas preciosas damas para acompañar a una preciosa novia.
María le coge la mano, Julia le estira el velo, Viky le da un montón de besos y Marta le dice que es la novia más bonita del mundo y así, juntas y felices se dirigen a la iglesia en la que se va a casar con Pedro.
Henchida de felicidad Elena mira a Pedro que nervioso la está esperarando guapísimo con su Smokin y al llegar junto a él,la recibe y de la mano la acerca al altar.
Elena es la mujer más afortunada del universo, imposible desear más: por fín consigue tener el sueño de su vida.
En unos minutos sonarán las campanas de boda.
Ya están sonando. Elena las oye y sonriendo y feliz, se da la vuelta y apaga el despertador.
Sí, Elena ha tenido el sueño de su vida.
[+/-] |
El sueño de Elena |
[+/-] |
JULIAN |
Suenan las campanas y la gente del campo se para a escuchar.
Unos dicen que suenan a difunto, otros que suenan anunciando la llegada de algún representante de la iglesia. Hay quien aventura que las campanas están sonando para avisar de un gran incendio que aún no se ha producido, pero que se producirá, dado el inmenso calor que hace.
Sí, en el pueblo, en el campo, todos se paran a escuchar cuando las campanas suena y todo son conjeturas.
Nadie sabe a ciencia cierta por quién o por qué suenan las campanas, pero como ocurre con otras muchas cosas en el pueblo cada cual expresa su opinión y todas las opiniones son válidas.
Equivocadas, pero válidas.
El que toca las campanas es el Julian.
Julián, el desde siempre llamado “tonto del pueblo”
El mal llamado tonto, porque hasta donde alcanza el conocimiento de cualquiera, es el que mejor vive. El que mejor come, el que mejor viste. El que todo lo sabe, el que todo lo cuenta.
Sí, así es Julián.
No es tan tonto como le interesa que todos piensen. No, no lo es.
Es Julián un mozo de unos 32 años (sólo su madre sabía cuántos años tenía, pero su madre ya hace muchísimo que murió y aunque dejó a Julián a cargo de todo el pueblo, no dejó dicho cuántos años tenía)
En los 32 años que se le suponen al mozo, nunca Julián ha necesitado trabajar, con el título oficial de “tonto del pueblo”, tiene asegurado el plato diario. El plato y la dormida allí donde a él se le antoje, ya que Julián es de todos no siendo de nadie.
Dicen las lenguas de los maliciosos que Julián sabe dónde es bien recibido y dónde es necesitado, ya sea como mozo de los recados ya como mozo de los apaños para las jóvenes y no tan jóvenes viudas, que como tales necesitan de la ayuda de un mozo siempre dispuesto a echarles una mano allí donde fuera menester.
No, Julián no es tan tonto como quiere hacernos creer. O tal vez él no haya querido nunca hacerlo creer, pero un día descubrió que el ser el tonto del pueblo era más rentable que ser el huérfano o el heredero de nada
Pero ahora Julian está triste.
Julian tiene un problema, él que no conoce lo que es tener problemas. Él que el único problema que conocía era decidir quien y donde solucionaba sus potenciales problemas.
Julian anda perdido: se ha enamorado, así, como suena.
Se ha enamorado y como de tonto no tiene nada, sabe que va a ser difícil conseguir el amor de su amada, ya que tanto ella (como el resto de los paisanos), piensa que los tontos no se enamoran.
Julian se ha pasado muchas horas pensando cómo decirle a la hermosa viuda de D. Eusebio, que en paz esté, que quiere ser su marido.
Nadie va a permitir que esta joven mujer, que ha pasado prematuramente a englosar la lista de las dedicadas a atender las necesidades de los necesitados y no tan necesitados, a dedicarse a la atención personalizada del cura, del maestro y del médico ya retirado, nadie va a permitir esta pérdida y menos que vaya a compartir casa y mesa con el tonto del pueblo.
No, nadie va a permitirlo.
Qué castigo le espera al bueno Julian ahora que van a descubrir que de tonto no tiene nada?.
Y qué pensará la Encarnita de tener amororíos con él?
Pobre Julian!
Después de pasarse la noche y medio díapensando en su dilema, ha llegado a la conclusión de que lo primero que ha de conseguir es la aprobación del pueblo, que luego ya se encargará de camelar a la Encarni.
Él sabe que gusta a las mujeres, al menos les gustaba como tonto, así que supone que les seguirá gustando como listo.
Y, por éso es que suenan las campanas. Julian ha decidido que a grandes males, grandes remedios por lo que ahí está: llamando a reunión a todo el pueblo.
Dice Julian al pueblo que tiene algo muy importante que comunicar. Que ha recibido la visita de su madre y que viendo las penurias futuras que van a acontecer, él por el bien del pueblo ha de buscar con quién compartir el techo que ella le dejó al irse. Que no puede seguir siendo una carga para todo el pueblo.
Cuenta Julian que con su madre, estaba el espíritu de D. Eusebio. Qué éste le ruega encarecidamente a su amada esposa que sea una buena cristiana y que cuidara como es debido a esta criatura de Dios, es decir, de él, de Julian.
Ante tan claro y explendido discurso con que el Julian comunicó su deseo de casarse con la Encarni, el pueblo entero se quedó atónito. No supo reaccionar, nadie dijo que le pareciera una barbaridad, que un tonto no se enamora, que Julian es de todos y que así a de seguir siendo.
El pueblo no podía quedarse sin tonto y ante semejante desgracia, el pregonero de las fiestas del año anterior, consiguió decir que no, que no podía ser, que Julian no podía llevarse a la Encarni, que la Encarni era la mejor moza viuda del pueblo, que no podía ser.
Todo el pueblo pensó que el problema no estaba en que se casara o no con la Encarnita. Lo terrible para el pueblo era quedarse sin tonto oficial, sin nadie que recibiera las chungas de los jóvenes, los secretos de alcoba ajena, los penas de moza rechazada.
Éso no podía ser; el pueblo necesitaba un tonto y...
Julian mira para el pregonero y le dice que cuando tenga la casa arreglada y Encarnita haga la comida, tiene un plato puesto para él. Julian le dice que al igual pasará en todas las casas.
Ha pasado algún tiempo y Encarnita ya se hizo un bonito vestido para....
[+/-] |
Mis Estaciones |
Está sentada ante el ventanal de su dormitorio, alli donde siempre acaba sentándose cuando tiene que pensar en algo serio, en algo que de verdad le importa.
Alli donde se sienta cuando lo que quiere es disfrutar de la hermosura de los árboles. Sentada allí observa desde hace años el cambio que cada nueva estación produce en los árboles, en "sus" árboles. Unos árboles que siempre le gusta mirar, pero muy especialmente en esta época en la que como cada otoño, se visten de colores que a ella le parecen unos colores que inspiran serenidad, sensatez, paz...Sentimientos éstos que ahora más que nunca le son necesarios.
Ve cómo los árboles se preparan para el invierno que se acerca. Cómo se despojan de todo aquello que no le es imprescindible y se minimizan para resguardarse de las futuras heladas.
Así le gustaría poder hacer ella. Querría encogerse, hacerse pequeña para que la pena, su invierno, no le rompa el alma. Hacerse chiquitita para que las preocupaciones no fueran un lastre tan pesado.
Teresa recuerda como cuando era pequeña acudía a su mamá, a su papá, o a sus abuelos, a los hermanos mayores, a los profesores. Acudía a todos aquéllos que la querían y le solucionaban los grandes problemas de su niñez.
Pero ahora Teresa está sola. Sabe que ha de ser ella la que solucione el problema que le está dejando sin fuerzas para vivir.
Se levanta de la butaca y mira hacia la cama. Allí está él. durmiendo relajado, feliz. Nada hay en él que delate un posible problema, un motivo de preocupación.
Mirándolo Teresa se pregunta si alguna vez él será consciente de que toda su vida es como un globo, hinchado pero hueco. Que dentro sólo hay aire, nada más que aire.
Tal vez él no esté pasando por lo que ella está pasando. Puede ser posible éso?
Puede ser que no se dé cuenta de que su relación ya no existe, que ya no hay nada que los una?
Teresa se ha quedado de pié mirando a su marido. Sigue siendo muy guapo, tremendamente guapo. Pero a ella ahora le parece un hermoso envoltorio pero sin nada dentro: Es como una hermosa caja con un gran lazo pero sin regalo dentro
Se siente triste por los años perdidos, por el tiempo empleado en amar a alguien que no se merece su amor. Alguien que no la ama, alguien que ni siquiera se ama sí mismo.. Ahora sabe que ha estado enamorada de una ilusión. Que quien ella creía que era, no existe.
Enciende un cigarro y vuelve a la butaca. Mira los árboles y piensa que ellos pronto perderán las hermosas hojas que ahora los adornan, que se quedarán desnudos, sus tallos vacíos. Pero cuando pase el invierno renacerán y en la primavera estarán de nuevo cargados de color, de flores, esperando que llegue el verano para ofrecer el fruto que en grandes cantidades se está ya germinando.
Ella ahora se siente en el invierno. Ha pasado su primavera, su verano y su otoño, todo ha pasado y el invierno se ha instalado en ella y no deja que las otras estaciones moren en su alma.
Teresa necesita el amor para vivr. Necesita sentirse amada y sentir que comparte su vida con alguien igual que ella. Con alguien generoso, amable, inteligente. Con alguien que sea como siempre había creído que era su marido.
Teresa ahora se siente vacía, nada es como ella creía que era. Siente que ha estado ciega, que no veía, o que sí veía pero se negaba la evidencia para no sentirse como ahora se siente.
Cuánto tiempo engañándome! Tanto tiempo dedicado a amar una fantasía!
Realmente no se siente orgullosa de su pasividad, por éso ahora necesita darle un cambio a su vida.
Él dice que todo está bien como está, que para qué cambiar nada, que es feliz así. Sí, él es feliz así, cómodo, egoista y sin querer ver nada.
Pero ella no lo es y está decidida a romper con esta monotonía., con este dejarse ir, quiere recuperar la autenticidad de su vida.
Para ello ha de separarse de todo aquéllo que ha formado parte de su vacía vida en los últimos años e iniciar una nueva vida desde la soledad.
Mira para los árboles y piensa que si ellos se renuevan cada año, llegará el día en que ella también se renovará y su vida tendrá sentido.
Vivirá el invierno acaparando fuerzas, vivirá la primavera germinando en su interior la semilla que en el verano será un fruto que llenará su vida para toda la vida.
Sí, ha de tomar las riendas de su vida, ser la madre que siempre soñó que sería.
No más inviernos eternos, no más otoños tristes.
Teresa tendrá un invierno como el que tienen sus hermosos árboles; será un invierno arropado con los colores tibios del otoño y lleno del sueño de unos colores alegres de la primavira.
Ya siente envidia de la estación, una estación puente entre la templanza del otoño y la alegre explosión de color y sonidos de la primavera espera .
Sí, cuiando pase este otoño, llegará el invierno que abrirá la puerta de la primavera.
Teresa desde su ventanal saluda a los árboles y les cuenta sus decisiones.