Hoy es Noche Vieja.
Desde aquí deseo decirle a todos mis amigos y amigas del blog que espero que el nuevo año les traiga la paz, la felicidad, el amor y todo aquello que llene sus vidas.
Un beso para:
QUEJÍO FLAMENCO
La Última Inocencia
Razionaliza, pero escucha tus emociones. Voro Sempere.
Céfiro del oeste
Confesiones en terapia
Una Cualquiera
NOCHE HERMOSA
momentos decisivos
la noche de los puentes
Verde Oscuro
De todo como en botica ....
Una española/gallega en Eslovenia
La Blogueria
Al final del viaje
Clave de Sol
Blog Txema Oleaga
Marnie
Sombra y luz. Del amigo Pablo.
El Alma De Trapo De Gata Negra
Que paren el mundo que me quiero bajar
Mundo de Solos
Francisca
Edy
Y, todos los que alguna vez leyeron para bien o para mal las cosiñas que os he contado.
Para todos los nombrados y los olvidados (espero que me perdonen estos últimos, espero que no lo tengan en cuenta) de corazón, desde Coruña
FELICES FIESTAS
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FILIZ AÑO A TODOS MIS AMIGOS |
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Los Amigos de Mateo |
Una mañana de otoño
Inés está sentada en su vieja mecedora. Hace frio en el porche, pero no importa, se arropa con la manta, la ya manida manta de cuadros que casi forma parte de ella. Mira a su hijo y nota cómo su corazón se enternece.
Lo ve jugando con los perros feliz y confiado y se siente orgullosa de él.
Inés recuerda los momentos de miedo, de angustia que pasó durante el embarazo.
Estaba siempre preocupada, todo le parecía que iba a molestar al bebé que llevaba en su vientre.
Odiaba los ruidos, los sobresaltos, todo lo que no fuera calma y silencio.
Siempre preocupándose a pesar de que todos le decían que todo estaba bien, que nada de éso le afectaba al bebé, que todo era normal, aunque entendían que su preocupación era algo habitual en las mamás primerizas.
Inés, futura mamá pensaba que no iba a ser capaz de ser una buena madre.
Inés veía ahora a su hijito y sonreía al recordar cómo se sentía cada vez que oía los perros ladrar o pelearse cuando algún perro ajeno se acercaba. Cuando esto sucedía, el alboroto era tal, que la pobre Inés creía firmemente que su bebé iba a nacer taquicárdico.
Y, es que Inés es un Angel de los Animales. Tiene con ella un asilo de perros. Unos están cojos, otros viejos, todos acogidos, encontrados por los montes, por las carreteras abandonados.
Envuelta en su manta ve cómo su niño ahora se sube encima de uno de ellos, ve cómo luego les tira de las orejas, cómo les agarra con su manita y trata de ponerlos en fila, como si pensara que son sus soldados y los quisiera poner en posición de firmes.
Ve cómo su hijo los quiere, y cómo es querido por estos animales que antes otros niños quisieron y luego los olvidaron.
Piensa Inés que han tenido suerte de tener todos estos animales que sólo ofrecen amor.
Algunos son más grandes que el propio niño, pero no importa; perros y niño están en el mismo plano y juntos pasan las horas.
Sí, Inés mira a su hijo y sabe que ya nada es como antes. Su hijito ha marcado una línea que divide su vida en un antes y un después. Un después que durará ya hasta que se muera. El resto de su vida Inés será la mamá.
Los mira, lo mira. Lo ve feliz, sano, confiado y piensa que tal vez sí es una buena mamá.
Inés piensa que debería de entrar, que hace mucho frio, que pronto vendrá su marido, que debe prepara la comida. Piensa en todo ésto, pero ve cómo su niño está feliz jugando con sus amiguitos y decide que bien vale la pena esperar un ratito.
Y así, feliz de ver feliz a su niño, espera en la vieja mecedora a que llegue el esposo y luego los tres juntos entran en casa.
Momento que todos los perros de la casa aprovechan para descansar.
Inés y sus amores se retiran, los perros buscan cada uno su rincón y deciden que una siesta les ayudará a recobrar fuerzas para cuando su pequeño amiguito salga de la gran jaula.
Cuando Mateo sea un hombrecito seguirá amando a los animales menos favorecidos, aquéllos que los demás han abandonado.
Así será Mateo porque así es su mamá.
Mateo vive el amor por sus amigos y con sus amigos.
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...Y ya no hablan |
Y se conocieron y se hablaron
Y hablaron de libros, de autores de libros, hablaron de niños, de niños que no tenían libros, de niños que teniéndolos no los querían. Y hablaron.
Y siguieron hablando y todos los días hablaban, sólo de niños, sólo de libros hasta que también de ellos hablaron.
Y cada día hablaban y lo hacían de sus ciudades, de sus países, de sus libros, de los que tenían, de los que querían y de sus autores.
Pasaron los días y los meses y hablaron, de sus vidas, de sus sueños. Hablaron de sus casas, de sus familias, de todo hablaron y así los días, los meses, los años pasaron.
Y ellos hablaban, de sus sueños, sus deseos y así pasaba el tiempo y ya no sólo hablaban, ya compartían y el conocimiento de sus deseos se convirtió en el deseo, no de los dos, de uno de ellos.
Y al conocer los sueños de uno, el otro quería esos sueños, al conocer los deseos uno quería cumplirlos y el otro esperaba.
Y pasaban los meses y uno seguía queriendo compartir con el otro, vivir, querer al otro y así abría el corazón, el otro recibía en la distancia lo que uno le daba, pero no correspondía y uno amaba y sufría y el otro ya no hablaba. Ya hablar no quería.
Y han pasado dos, tres años y uno sigue con el corazón lleno de amor, ciego de amor, herido por el amor y el otro espera, pero no da.
Y ya no hablan de libros, ni de niños que no conocen los libros ni de niños que ya no quieren los libros que sí conocen.
Ya de ellos no hablan, de nada ya hablan. Uno sueña con hablar, con dar, con escuchar, con recibir. Uno sueña con saber que el otro está, que es feliz, que no olvida del todo.
Y sigue queriendo hablar y, como hablar no puede, vive amando en silencio lo que conoció hablando.
Y ya no hablan y uno ama.
Y uno mira y se siente feliz al ver, al saber que el otro se muestra y se deja ver.
...Y ya no hablan.