Una Tarde de Domingo (I)




Ya caminan hasta la pequeña cala.

Por fin han salido del pequeño hotel en el que se alojan y juntos, como no podía ser de otra forma, se dirigen a darse el baño de la mañana.
Llevan cinco días en la isla, y les quedan por pasar otros cinco días (paso del Ecuador) en los que van a celebrar cinco décadas de convivencia plena, muy plena, diría Marta, la amiga de ambos durante estos cincuenta años.

Su hija le había dicho cuando les estregó los billetes: Mamá, son unas minivacaciones. Pero ella sabía, ellos sabían que era algo más; que eran "sus" vacaciones, las más grandes vacaciones de toda su ya larga vida, sus últimas vacaciones.

Atrás han quedado años de felicidad, años de penurias económicas, de decepciones, de pequeños y grandes acontecimientos.
Cuántos "pasos del Ecuador" han superado juntos!

Llegan a la cala. Él con parsimonia se dispone a quitarse estos pantalones que por su levedad la parecen de gasa, de esa gasa con la que las madres forraban los pantalones, no los hacían.
Nunca en su vida se imaginó que podría ponerse unos pantalones que no fueran planchados, con su "raya" perfecta como lo había hecho su padre y antes el padre de su padre. Y hete me aquí con unos pantalones propios de quien se prepara para asaltar (abordar, creo que se dice) un barco.

Tal vez por el hecho estar en una isla, todo el mundo debe de vestir cual piratas del Caribe.
Se sonríe: Ay, a lo que se llega!... y continúa desnudándose lentamente.

Recuerda que siendo chaval, se quitaba toda la ropa en un santiamén y era el primero en lanzarse al río.
Era toda una aventura escaparse de la escuela y con alguna de la niñas más "atrevidas" se iban al río, y se bañaban con bañadores de verdad, no como los de ahora, que eran como bragas de chica.

Marieta está peleándose con un pareo (mantel dice Juan) que le han regalado.
La verdad es que algunas cosas de hoy en día son demasiado complicadas en su propia simpleza. Tal vez para cuando acaben las vacaciones, haya aprendido a colocar en su cuerpo ese trozo rectangular de llamativa tela.

Mira a Juan y ve cómo poco a poco ha conseguido quitarse toda la ropa, bueno, casi toda, se ríe en alto al imaginar a su decrépito marido desnudo del todo en una playa.
Dios, si a este paso antes de los ochenta, acabará luciendo tipo en una "nudista".

No quiere ponerse nostálgica, pero no puede evitar comparar tiempos y costumbres.
Ahí estaba ella, con casi 70 años y en una playa del otro lado del mundo con él, sí, aún con él.
Ayhh!, lo que la vida da, lo que la vida quita!!

Ya la ropa está toda doblada y colocada, ya la sombrilla (lo que les costó comprar una!) clavadita, ya las toallas estiradas.
Juntos se van al agua, agua caliente, transparente.
Ella se moja poco a poco, él en un alarde de juventud tardía se tira de golpe y presume delante de ella.

Marieta siente un escalofrío, que le recuerda la edad, que le recuerda que ya no es joven, que algunas partes de su cuerpo ya no están bien.

Se siente alertargada, nota que necesita tener alguna actividad.
Es posible que sólo sea el estar tanto tiempo sin nada que hacer, pero es como si sus fuerzas le estuvieran abandonando...
Qué difícil es perder las costumbres adquiridas durante décadas y décadas.

Deja a su marido haciéndo de Mark Spitz y con calma se dispone a recorrer la playa por la orilla, dejando que las pequeñas olas mojen sus ya maltrechos pies.

Camina y recuerda.

Años, muchos años han pasado desde la primera vez que subió a un coche para pasar unos días de ocio, de "luna de miel" en compañía del ya su marido.
Qué miedo por lo que le esperaba! No había motivo, nunca ha habido motivo de miedo.
Realmente, Juan no se había portado nunca mal, había sido un hombre cariñoso, comprensivo, un hombre que había demostrado ser discreto, y muy cumplidor, siempre pendiente de ellos.

Nunca había sentido un amor de cosquillas (qué cursi suena ésto) por él, pero aún en los momentos de más tensión, él había sabido ser discreto y ella se lo había agradecido.

Después de la niña, habían nacido otros tres hijos, todos unos niños excelentes, todos hermanos, todos hijos de Juan y de ella.

Qué pena no controlar el amor!
Qué pena no amar a quien se quiere amar!
Qué pena por lo perdido, pena por lo no tenido! Pero sobre todo, qué pena por no poder olvidar lo que debía ser olvidado!

Se sentía nostálgica, estaba claro, no se lo permitía a menudo, pero como ya estaba vieja (Mayor, abuela, se dice mayor, decía su nieto pequeño), como ya estaba en vísperas de rendir cuentas a la vida, estaba nostálgica.

Volvió junto a la sombrilla.
Ahí estaba Juan, la verdad es que "estaba" viejo, estaba enfermo, sí estaba viejo, pero él no lo quería admitir y así casi conseguía engañar a la propia vejez.
Sigue mirándolo. Juan, Juan... le habría perdonado Juan sus pensamientos de haberlos conocido? Se los habría perdonado?

Estira bien la toalla y acostándose en ella cierra los ojos.
Así,descansada por fin en una playa del Caribe, con Juan, un muy envejecido Juan a su lado, Marieta repasa sus pequeños y grandes acontecimientos.

Rememora una vez más su más grande acontecimiento.

Fue una tarde de domingo, una de las muchas tardes de domingo en el río.
Allí estaban todos los de la pandilla.
Se sonríe al recordar lo importante que se sentía por pertenecer a una pandilla. A ésa pandilla.

Siempre, desde la escuela, había estado enamorada de Roberto. Roberto, el más guapo de la escuela primero y del instituto después.
Se recordaba a sí misma soñando despierta cada una de las noches de esos últimos años.

Esa tarde de domingo habían ido todos al río y estaban haciendo una competición, competía a ver quién era el que más lejos nadaba.
Ella sabía que si se lo proponía ganaría, ella que nadaba todos los días desde pequeña, podía ganar.
Pero cómo ganar en una carrera en la que participaban los chicos, en la que participaba Roberto?
No podía hacerles éso. No podía ganarle.
En la mitad del camino, dijo que tenía un calambre, que tenía que retirarse, así que se fue a la otra orilla y salió del agua.
Se alejó a un pequeño descampado y se dispuso a esperar a que los muchachos terminaran la carrera.
Acostada en la hierba, secándose al sol y cómo no, pensando en lo bien que le sentaba el bañador a Roberto, se adormeció.

Aquélla tarde de domingo marcó su vida.

No había pasado mucho tiempo cuando sintió a alguien a su lado.
Abrió los ojos y se quedó helada.
Toda la sangre de su cuerpo se había desplazado a su cara. El resto careciendo de ella, se quedó frio, frio e insensible.
Allí estaba Roberto mirándola, con ojos llenos de algo que ella no conocía, pero que le parecía que no era nada malo.
Allí estaba Roberto, que a la vez que la miraba, le decía algo que ella no podía oir, que si lo oía, no lo entendía; allí estaba Roberto.

Roberto empezó a acariciarle la cara. A acariciarle el pelo, a besar su cara.
Allí estaba Roberto, haciendo lo que ella siempre soñó que le hacía, lo que siempre deseó que le hiciera.
Roberto seguía acariciándola, besándola y sin que ella lo notara le estaba quitando el bañador.
Ella pensó que no debía seguir, que no podía quedarse sin bañador, sin nada ante él. Pero su voluntad estaba totalmente anulada y sin quejarse, aunque sin saber lo que hacía, le dejó hacer. A él, el amor de toda su vida, de toda su corta vida.

Ya el sol calienta y Juan se ha quedado dormido. Lo mira y se pregunta qué pensaría si supiera que aún ahora, 50 años después, se estremece al pensar en aquella tarde de domingo.

Se levanta para cambiar de sitio la sombrilla, para dejar la cabeza, la calva cabeza de Juan a la sombra. Mi querido e imprescindible Juan.
Se acomoda a un lado y vuelve a cerrar los ojos. Cierra los ojos y continúa con sus recuerdos.

Todo pasó en un momento, aún no había dejado de notar su peso y ya él estaba silbando, ya estaba hablando, él ya estaba vestido y ella aún no había recobrado la lucidez.
-Vamos, que nos están esperando.
-Bien. Qué les diremso?
-De qué?
-De ésto!
-Oh, Nada, no hay nada que decir.
-Bien; será nuestro secreto.
-Como quieras, pero en realidad no pasó nada.
-Cómo? tendrán que saber que somos novios!

Al llegar a este momento de sus recuerdos, aún se le hiela la sangre. 50 años después, aún se le hiela la sangre.
-Marieta, no ha pasado nada. Además, tú querías verdad?
-Sí, quería.
-Pues entonces tienes lo que querías. Yo sabía que tú lo querías. Te he dado lo que querías.
Yo no me puedo hacer novio de nadie, yo me voy a la academia; yo seré un militar, un gran militar.
-Pero y yo?
-Marieta, tú nada. Tú harás lo que quieras, te casarás, tendrás hijos o te irás a la ciudad, no lo sé. No sé qué planes tienes.

Que planes tenía? Ella no tenía planes, ella sólo había tenido un plan: amarlo.

Ella no tenía planes.

Y, así, sin ruido, sin gritos, sin risas ni llantos, había entrado y salido Roberto de su corazón, que no de su vida.

Algún tiempo después, ella ya tenía planes. Tenía un plan.
Un plan que le llevaría toda la vida ejecutarlo.
Un tiempo después, ella se fue a la ciudad.
Un tiempo después ella se casó.
Un tiempo después ella pensó que Roberto había hecho un trazado de su vida y que había acertado: tenía un plan, se había ido a la ciudad, se había casado.

Claro que lo que Roberto no sabía, ni nunca supo, es que estos planes habían sido impuestos por algo que se formó en un momento de una tarde de domingo.


Una tarde de domingo (II)

20 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, como siempre. ¿Hay una parte 2?

Gracias y Saludos.

Diana dijo...

Hola
Hola Vane, graciñas. Pero viniendo de tí no es fiable la valoración. No eres objetiva, me quieres mucho, supongo!
Sí, Vane, hay una segunda parte, que no es tal; es la continuación, me parecía muy largo y lo he dividido. En unos días lo pongo, vale?
Un besote pepote
Mamá.

Sara dijo...

Perfecto!!!Dianina, perfecto y preciosa historia, que bien contada...podría ser la historia de tantas Marietas y tantos Robertos...hay muchos de los dos por ahí fuera!!!
Como me gusta tu estilo y tus historias...me encanta como escribes...asi es que lo que le prometes a tu ¡Vane querida! cumplelo prontito, publica la continuación sin demora vale? gallegiña?
Un besazo para ti y de paso otro para Vane.

Fernanda dijo...

Me gustó muchisimo la historia y espero anciosa la continuación.
El primer amor jamás se olvida.
Cariños

FERNANDA

Diana dijo...

Hola.
-Fernanda cuánta razón tienes!
El primer amor no se olvida nunca y cuando nace la primera muela, tampoco.
-Sariña, no seas maliña, ya sabes que sí cumpliré lo que le dije a Vane.
Ojalá os guste, desde Coruña os mando un besiño para las dos.

josé javier dijo...

Me ha encantado.
Pero... nunca se lo contó a Juan, ¿verdad?
¿Para cuándo la 2ª parte?

Diana dijo...

Hola J.J.
En breve podrás leer la continuación,
Gracias por tus palabras.
Un biquiño desde Coruña.

Pablo Folgueira Lombardero dijo...

Un texto perfecto, como siempre. Espero con ansia la segunda parte.
Un beso.

MARNIE dijo...

Pero no importa demasiado...,verdad?. Juan siempre la quiso. Y,ella habrá querido a Juan por olvidar a Roberto.. o sin olvidarlo. Quiso a Juan. Eso a mí sí me parece grande..
Besos (a toda carrera)
Marnie

(yo también -espero- la segunda parte..)

João Videira Santos dijo...

Me gustán tus textos. Muy descritivos y "fluídos". Te felicito por eso.

Sirena Varada dijo...

Diana, me ha parecido un cuento sencillamente delicioso en su verdad, pues hay en él una perfecta y terrible mezcla de ternura y de frustración... tan extrañas y la vez tan cotidianas en la vida de todo el mundo.
Tu estilo narrativo, como siempre es inconfundible. Estaré esperando impaciente la segunda parte para ver como acaba esta historia que narras en flash back, porque en lo que he leído hasta ahora -y que es lo que más me gusta de tus historias- nada es prebisible.

Un montón de biquiños.

Unknown dijo...

Por fin hago un descansito para leer tu blog y tus historias!
Anduviste también por Málaga? A ver si mi tía me manda las fotos..
Muchos besos desde el horno-Eslovenia (7 de la tarde, 36 grados!)

Diana dijo...

Hola
-Pablo, amigo Pablo; graciñas.
-Marnie, cómo es que andas tan apuradiña? será que vas as lumeradas de San Xoan?
Seguro que pádese atopar pola veira do mar na praia de Riazor.
En esta noche mágica nada mejor que estar en las hogueras de San Juan.
Un biquiño amigos. Graciñas.
Diana

Diana dijo...

hola
-João Videira Santos gracias por tu visita y tus palabras ,
Visité tu blog y me agradó, algunas cosas no las comprendo, pero en su mayor parte sí.
-Sirenita, caray, eres todo amabilidad.
Pronto pongo la continuación.
Un biquiño Sirenita, nos vemos.
-Galeguiña, no he estado en Málaga, la despedida de la que hablamos es del trabajo, de una cena del trabajo.
Un biquiño para ti Susana.
Graciñas a todos por visitar y leer mi blog.
Diana

Diancecht dijo...

Como siempre, todo tiene dos visiones: lleva cincuenta años engañando a Juan y engañándose a sí misma.

Diana dijo...

Hola
Querido Dianc, no nos vendría nada mal que nos definieras "engañar".
Como tu bien dices, todo tiene dos versiones... En función a cómo lo definas, podremos estar contigo o no.
Venga Dian, un biquiño desde Coruña.
Diana

misticaluz dijo...

Hola, aquí de visita para deleitarme con tus bonitas palabras. Recibe un afectuoso abrazo desde mi rincón para el relax.

Mediterráneo dijo...

Impresionantes tus relatos.

¿Has pensado alguna vez en publicarlos? Si algún día te decides, yo quiero un libro tuyo firmado y dedicado por ti. jejeje

Un beso, guapa!

Diana dijo...

Hola
-Realmente, tu rincon es relajante, muy relajante. Me ha encantado.
Yo desde esta esquina te envío un biquiño.
-Mediteráneo, caray, eres un exagerado. Mucho, de veras, pero qué caray, siento decir que me gusta que lo seas.
Bromas a parte, gracias. De veras que gracias.
Te veo en tu blog.
Diana.

Unknown dijo...

ya veo que muchos te preguntan por la segunda parte, yo juego con ventaja ya que esa "segunda parte" ya está publicada, y ahora mismo voy a ella.
Saludos

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