Al fín...Dormida

Fátima mira para la cama y lo ve tan dormido como siempre después de hacerlo. Desde el principio él al acabar se quedaba profundamente dormido, ella lo notaba y no entendía cómo podía suceder.
Siempre había oído decir cosas como:" Duerme como un bendito " o " Se ve que tiene la conciencia tranquila, mira qué bien duerme "
Cosas así las oía a menudo. Pero ella no dormía como una bendita, ella no tenía la conciencia tranquila.
Ella hacía mucho tiempo que no dormía, y sabía que él no debería dormir como si tuviera la conciencia tranquila. No, él no.

Sintiendo entumecidas sus piernas, se levanta y enciende un cigarrilo. Es lo único que le permite hacer pues debe pensar que no le estropeará su hermoso cuerpo.
Se mira y ve que tiene un cuerpo bien proporcionado y no entiende que sea así después de todo lo que ha intentado para destrozarlo.
Primero pensó que si comía mucho y engordaba, él dejaría de buscarla. Pronto él se dio cuenta de lo que estaba haciendo y tras darle una paliza, la obligó a vomitar cada día hasta que adelgazó lo poco que había engordado.
Luego ella se acostumbró a provocarse el vómito pensando que si adelgazaba mucho se pondría fea. También él lo notó y tras otra paliza le controlaba la dieta diaria.
Fátima renegaba de su cuerpo, un cuerpo bonito que servía para algo tan sucio como lo que él le hacía.

Vuelve a mirarlo y ve que sigue igual que hace cuatro horas. Se levanta y se acerca mirándolo fijamente. Le parece mentira que durante tantos años lo sintiera encima, a su lado, notara su olor y nunca lo mirara. Nunca lo había mirado tanto como lo estaba mirando ahora.

Empezó a sentir algo parecido a una punzada en el estómago y supo que eran remordimientos.
Remordimiento, algo que no podía ni quería permitirse. Para ahogar esa sensación de pesar, esa sensación de culpabilidad, se puso a pensar en cómo había empezado todo. Sabía que recordando tanto dolor, tanta verguenza, dejaría de sentir remordimientos.

Vuelve a sentarse y encendiendo otro cigarro recuerda aquella vez, aquel día tan lejano en el que él llegó a casa borracho como otras veces y, tras darle una paliza a su madre se quedaba dormido en cualquier parte. Su madre lo arrastraba hasta la cama lo acostaba y lo tapaba. Ella la veía hacerlo y a pesar de ser una niña, pensaba que su madre no debía de meterlo en cama ni taparlo; no se hace eso con alguien que acaba de darte una gran paliza.
Normalmente Fátima se escondía asustada cuando él llegaba, pero aquel día no sólo no se escondió, si no que se puso delante de su mamá. Él la vio y le dio un manotazo, ella se revolvió. Entonces él la cogió por los pellos y la tiró contra eel suelo.
Al caer su camisón quedó por encima de la cintura y él al verla se quedó mirándola sin moverse con los ojos rojos por el alcohol y ....
Se lo hizo allí mismo y al terminar se dirigió a su cama y se quedó dormido en dos minutos.
Ella lloraba porque le había dolido la barriga, los brazitos y, también allí donde hacía pis.
Su mamá, la acarició y la llevo a su cuarto, ella se durmió y al día siguiente nadie dijo nada.
No habían pasado más que tres días cuando él llegó más borracho de lo habitual y si acercarse a su madre, se dirigió directamente a la habitación de la pequeña Fátima. Volvió a hacerle eso del otro día y a dejarla llena de dolores y sucia.
Su madre le dijo que no pasaba nada, que todo se arreglaría, que se durmiera. Ella pensaba que no sabía porqué le hacía eso él, pensaba que pronto dejaría de hacérselo y que ya no le dolería más la barriguita, ni los brazos, ni allí donde se hace pis.
Pero él se acostumbró a ir cada noche, borracho o no, a su habitación.
Su madre le decía que pronto pasaría todo, que él dejaría de ir allí igual que había dejado de darle palizas a ella.
Fátima acabó pensando que no era tan malo lo que le hacía, ahora ya no le dolía y así no le pegaba a su mamá, ya no había gritos ni peleas en casa y, a ella ya no le daba verguenza que los vecinos la miraran por las mañana cuando iba al colegio.
Gracias a ella, que era fuerte y aguantaba los dolores, en su casa ya no había discusiones ni gritos por las noches.

Pasaron los meses y también los años y de pronto el cuerpo de Fátima empezó a cambiar. Le empezó a salir pelo allí, donde hacía pis. Empezaron a crecerle las tetitas y sangraba cada mes, lo que hacía él no fuera a su habitación durante esos días.
También empezó a oir hablar a las amiguitas de que ya iban a ser "chicas" Fátima oía hablar a sus amiguitas de lo guapos que eran los chicos del curso superior, las oía decir que sería bonito ser mayor para darse besitos con el novio. Ella pensaba que eso de darse besos era algo que daba mucho asco. Que nunca dejaría que un chico le diera un beso ni le hiciera lo que él le hacía. Pero esto lo pensaba, lo pensaba y nunca lo decía. Nunca podía decir a nadie lo mala que era. Ella ya hacía lo que las amiguitas decían que se hacía cuando se iba en los próximos cursos. Pero eso no lo sabía nadie.
Ella pensaba que no debía de ser nada bueno eso de ser "chica". Por entonces, ya sabía, ya había intuído que lo que él le hacía por las noches no era bueno. No sabía porqué, pero sospechaba que era muy malo ya que nunca se hablaba de ello.
De vez en cuando la madre, que ahora podía dormir y él ya nunca le pegaba, le decía que pronto pasaría todo.
Pero no pasó. Siguió año tras año y ella dejó de sentir dolor para sentir verguenza, asco, odio y culpabilidad.
Cada día se decía que sería el último, que estaba tan sucia, hacía cosas tan malas que no merecía vivir, pero cada noche aceptaba las embestidas del padre en silencio.
Sentía que toda la culpa era de suya, no protestaba, al principio sólo esperaba que no le doliera, y ahora sólo quería que nadie supiera lo que él le hacía.

Bueno, ahora ya no volvería a hacérselo más. Lo mira y ve que sigue tan dormido como hace cinco horas. Sigue dormido y... dormido seguirá para siempre.

Se levanta y pasa por delante de la habitación de la madre. Ve que también está dormida, muy dormida y... dormida seguirá para siempre.
Entra y la arropa, tal como ella le hacía cuando era pequeña y su padre aún no había notado que era una niña preciosa.

Como había adivinado, según iba recordando lo que ha sido su vida durante los últimos años, dejó de sentir remordimientos por lo que acababa de hacer. Dejó de sentir remordimientos, pero no le abandonó el sentimiento de culpa, ése siempre afloraba a su mente por mucho que ella intentara convencerse de que nada había sido culpa de suya.

Fátima fuma otro cigarro y al terminar, se acomoda en el sofá, allí donde no hay nadie y mirando para la pequeña batea ve que le queda suficiente para ella y sabe que al igual que su padre y su madre, se quedará dormida, muy dormida y... dormida seguirá para siempre.

10 comentarios:

Sara dijo...

Mi querida Diana....hermosisima sino fuese tan real, si fuese una historia que se cuenta y no sucede jamás....pero cuántas Fátimas hay....cuántas familias así....
es un horror que debe dejar de suceder ya.

Tu estilo me encanta....sigue escribiendo Dianina, sigue....sabes que estoy cerquita tuyo.

Mi abrazotedecisivo.

Pablo Folgueira Lombardero dijo...

Hola, Diana:
Antes de nada, perdón por haber tardado tanto en volver por aquí.
En segundo lugar, una pregunta: ¿Cómo lo haces para conmoverme incluso cuando escribes historias tan trágicas... y tan reales? Será ese talento tan grande que tienes ;-).
Un beso enorme desde Gijón.

Anónimo dijo...

Impresionante! estremacedoor!!!! real como la vida !
Me alegra ver que has vuelto, se te echaba de menos!
Yo personalmente he conocido un caso casi idéntico, no tuvo un final así, pero por poco, pues la que se quedó "dormida" para siempre, fuee ella. Diana, ahora cuéntanos algo divertido, que también sabes hacerlo.
Me ha quedado el allma triste. Un beso muy fuerte y no vuelvas a desaparecer.
Santiago.

Sara dijo...

Dianina...que me gustó mucho, mucho hablar contigo por teléfono el otro día...ya ves que no estaba en Galicia...pero cuando vaya...que este año iré...me iré a darte un abrazote lleno de cariño hasta Coruña...y mira lo que te decimos todos...sigue escribiendo...sigue deleitándonos con tus relatos...esa época que estás pasando...se pasará...estás evolucionando....pero...antee sa inspiración...venga...coge papel, lapicero y después a compartir con nosotros.Que aquí estamos.
Muackssss grandototes

Diana dijo...

Sarina, eres la mejor. Siempre con una palabra cariñosa y alentadora.
Un millón de bicos.
Pablo, gracias por seguir ahí, por leer y por tus súper amables palabras.
Ojalá fuera la mitad, qué digo, una milésima parte de buena de lo que me dices.
Pabliño milñ biquiños.
Santi, me alegra ver que vuelves a entrar en mi olvidado blog. Sí, la histotia es realmente estremecedora y de triste actualidad.
Cada uno de nosotros puede hacer un poquito por evitar situaciones similares, educando a nuestros hijos y demostrando un rechazo total a los que actúen así.
Un biquiño Santiago.

Verdial dijo...

Que episodio tan duro, me dejó sobrecogida y triste pensando la cantidad de historia similares que se producen a nuestro lado mismo sin que seamos consciente de ello.
Triste final, tal y como triste fue su vida, pero al menos alzanzó la liberación en otra dimensión.

Un abrazo

Diancecht dijo...

Esta vez me he quedado sin palabras.

Anónimo dijo...

UIOQYBWTFOG

Diana dijo...

Hola Verdial! Gracias por tu comentario, me alegra que te haya gustado. Tus relatos sí que son una pasada, me encantan y tú lo sabes.

DIAN!!!! Qué alegría volver a saber de tí!!!!
Cómo te va?, ya me apetecía tener noticias tuyas.
Graciñas por leer lo poquito que escribo.
Un besote.

Anónimo dijo...

Impresionante relato... Impresionante la cruda realidad que hay en tus palabras...cuanta infelicidad vana y cuanto sufrimiento callado
Cuantas Fatimas...
Es la primera vez que leo un relato tuyo y me ha encantado
Un abrazo
Bea R.

Más Entradas con estas Etiquetas



 
Un diseño de: La Blogueria