La primera vez..........En la nieve.

Mi primer día en la nieve

Es lunes por la noche y estoy reviviendo, asimilando, complaciéndome en las vivencias de este último fin de semana.
Me encuentro en otro país, con amigos que me quieren y hacen que me sienta bien.
Y, los dioses me favorecen: al hecho de estar con amigos han añadido algo impensable, inimaginable: Nieve. Sí, nieve!
La semana pasada fuimos a la playa, a los pocos días bajaron las temperaturas y volvimos a ponernos los jerséis, y, ahora... Nieve.

Realmente los recuerdos de estos días me acompañarán el resto de mi vida.

Hemos ido a visitar una pequeña ciudad, ya en el camino el tiempo estaba cambiando y a media tarde empezó a caer nieve. Nunca había visto la nieve! Nunca la había tocado! Quedé alucinado.
Los copos chocaban contra el cristal y ya con eso empezaron mis asombrosos descubrimientos: parecía que andábamos marcha atrás!. Parecía que el coche andaba para atrás. De verdad!.
Para cuando llegamos a la ciudad, ya estaba bastante nevada y la paseamos. Me daba pena mancharla, pisarla y que desapareciera.
Mis amigos se reían cariñosamente de mí, se reían y se miraban como si fueran cómplices de algo que yo desconocía.
Como era tarde, nos fuimos a la cama y pronto me dormir, me dormí pensando qué bonita era la nieve.

Por la mañana al descorrer las cortinas, sufrí una impresión tan grande que bien pensé que me había muerto por la noche y estaba en algún hermoso paraíso.
Todo lo que mis ojos veían era blanco, todo, todo era blanco.
Después de la impresión, supe porqué se sonreían mis amigos. Supe que ellos sabían que esto iba a pasar.

Con sumo cuidado, abro las ventanas, no quiero que nadie se despierte,
Quiero este momento sólo para mi, quiero estar solo en este momento.
Cojo un puñado de nieve y un montón de sensaciones despiertan en mi.
Noto su textura, su frío. Noto cómo se deshace en mis manos, noto cómo se vuelve agua al adquirir mi calor, noto cómo mis manos pasan de sentir un frío intenso a notar algo así como calor.
Bueno, esto suena incoherente, pero así fue cómo yo sentí mi primer contacto con la nieve.

Ya mis amigos se están levantando. Ya se oyen risas y se “pelean” por entrar al baño.
Los admiro; son personas adultas, responsables y capaces de parecer niños, de reírse como niños.
Lo compruebo cada momento, pero no sabía yo lo que podían ser mis amigos hasta este fin de semana.
Como se imaginarán, no estábamos preparados para la nieve y ya contábamos con comprar calzado y otros equipamientos para ir por la nieve cuando alguien dijo:
Nada de comprar, vamos a estar un día y luego ya no necesitaremos nada de lo que compremos.
Yo no opinaba, yo casi ni pensaba, yo, me moría de ganas de salir, así que cualquier cosa sería buena con tal de ir a mi nieve.
Estaba totalmente convencido de que había nevado para mi. Que esta nieve era un regalo de los dioses, que era un premio por mis escasas buenas acciones y mis abundantes buenos deseos.

¡Qué día!, por días así, merece la pena vivir.
Cogimos bolsas de las de la compra para ponernos en los pies, unos sacos algo grandes de plástico que nos dejó la dueña de la casa (yo no sabía para qué), unos guantes y con el último trozo de desayuno en la boca, nos fuimos a unos montes cercanos.

Qué felicidad!. Yo no sabía hacer nada más que coger nieve, pero pronto me enseñaron todo lo que ellos hacían desde niños.
Hicimos un muñeco, tan grande que parecía un gigante pequeño. (seguro que sabéis qué es lo que quiero decir). Alguien prescindió de su bufanda, alguien que ya sabía lo que íbamos a hacer, llevó una hermosa zanahoria (realmente era un buen reclamo para alguno de los asnos que por allí andaban. Ahora me pregunto si no la habrán comido ya). Con trozos de palos hicimos dos ojos redondos, redondos y con mis guantes formamos unas manos que más bien parecían manazas.

Todo esto que para cualquier niño es un juego habitual cada invierno, era la culminación de la felicidad para mi.
Aprendí a formar bolas de nieve, que no se deshacen entre mis manos, puñados de nieve que se adhieren y se convierten en misiles.
Aprendí a esquivar los bolazos que mis amigos me lanzaban y a tirarles yo.
La verdad es que es un arte; esquivar-acertar. Acertar en el cuerpo de uno de ellos mientras se movían y a la vez conseguir que no me dieran: un arte.
Un arte que intentaré mejorar después de comer.

Es ya por la tarde y por fin voy a descubrir para qué eran los sacos de plástico. Lo he preguntado y nadie me lo ha querido decir.
Con nuestros “zapatos plastificados” subimos hasta la cima de un pequeño monte, andar por la nieve, hundirse en ella, dejar las huellas, caerse de bruces y no hacerse daño. Qué feliz era!.
Y allí, en la cima supe que o se producía un milagro o yo había vivido mi último día. (en el fondo de mi corazón sentía que no era mala manera de morir, al fin y al cabo me consideraba ya en el paraíso)
Pero no pasó, no me morí y, lo que hice fue partirme el culo con la risa una vez repuesto del susto inicial.
Que conste que yo hice exactamente lo mismo que mis compañeros.
Pusimos el saco en el suelo, nos sentamos encima y cogiéndolo por un extremo e impulsados por un empujoncito, empezamos a bajar de sentados hasta la falda del monte.
Mi madre! Qué velocidad!, Qué sensación! Qué porrazo al llegar al final!
Me ha quedado el culo todo magullado, tan que ya no me entero. Estoy lleno de adrenalina y no noto el dolor.

Ya oscurece, es el momento de volver y yo ya siento nostalgia. Aún estoy en la nieve y ya la echo de menos.
No quiero que acabe este día.

Se hace noche, nos retiramos para cenar y dormir.
La excitación de lo vivido no me permite dormir pero sigo acostado y veo la nieve caer, veo los árboles nevados. Sigo pensando que estoy en el paraíso.
Dormir viendo nevar es asegurar unos felices sueños.
Despertarse viendo nevar es como llenarse de paz para todo el día.

El viaje de vuelta pudo ser más divertido, pero yo estaba sumido en mis pensamientos. No quiero que nunca se borren ni mis pensamientos ni mis sensaciones de hoy.
Así es que hoy lunes estoy reviviendo y haciendo la firme promesa de no olvidar nunca estos días de plena felicidad - Una felicidad que me ha ofrecido la naturaleza-. Estaré eternamente en deuda con ella y el recuerdo de este feliz día me hará ser más responsable y cuidadoso para con ella.
Todas “las primeras veces” son asombrosas, pero esta fue además maravillosa.

Este cuento va por un amigo mexicano.
Para tí, Moreno.
Diana

11 comentarios:

Anónimo dijo...

He leído el texto con una curiosidad casi infantil, quizá bastante impropia para un hombre de mi edad... pero no me importa. Me ha gustado el dejar volar la imaginación hacia ese lugar que describes, y en donde el manto blanco de la nieve se extiende en todas direcciones.

Ha sido delicioso vivir en tus palabras aquello que nunca se ha experimentado, y que en momentos de pesimismo uno piensa que no se vivirá jamás. Casi he podido sentir la fría calidez de la nieve en mis manos... y me reído como un niño al imaginarme integrado a los juegos de lanzarse bolas de nieve, al tiempo de intentar esquivar las contrarias... he formado un monigote blanco, cuya desfigurada anatomía hace patente mi nula experiencia en esas lides, pero no me importa... porque, una vez terminada mi obra, he reído de nueva cuenta y me he dejado caer en el inmaculado colchón que la naturaleza ha tendido bajo mis pies y a todo mi alrededor... una helada, pero agradable sensación de frío se apodera de mi cuerpo, que jamás había experimentado sensación semejante.

Atardece, y, aún tumbado sobre aquella blancura, sabiendo que pronto tendré que regresar a mi tiempo y mi lugar, tomo en mis manos un puñado de aquel material tan extraño para mí... contemplo en mis palmas abiertas su blanca textura,y, mirando al horizonte, donde un sol perezoso desciende tras las lejanas montañas en busca de su refugio nocturno, murmuro unas palabras de agradecimiento a la persona que me permitió vivir esto que me ha llevado a sentir una alegría infantil y maravillosa...

Gracias, Diana. Muchas gracias, de verdad.


Un abrazo.

Anónimo dijo...

Este texto lo leí ayer y aunque me pareció precioso no te hice comentario.
Hoy sí lo hago y te digo lo que ya te he dicho, que escribes de maravilla.

Por otro lado lamento mucho decepcionarte. Em primer lugar no soy un niño, puedes verla edad en mi perfil, así que ya ves, estoy un poco crecidido, y en segundo lugar... mi imagen física nada tiene que ver con la de la foto.
La foto es de Alaín Delón, ídolo de los 60-70, y sobre todo uno de los mejores actores que ha dado la pantalla.

Así que lo siento querida Dinana, ya ves que nada es lo que parece.

Atentamente,
Bandolero El Tempranillo

Anónimo dijo...

Bandolero, fíjate tú lo que me dabía de gustar a mi ese señor, cuando no lo reconocí.
Las cosas sí que pueden ser lo que parecen, tu pareces un tío cojonudo y estoy segura de que lo eres.
Me importa un carallo el aspecto físico de la gente ( salvo en su higiene).
Y, no me siga sdejando tantos piropos, me lo voy a terminar por creer
Un besiño.
Diana

Anónimo dijo...

Diana, que bonito relato. Me has llevado por unos instantes de vuelta a mi infancia y adolescencia.
Donde yo nací nieva todos los inviernos, y esos juegos que describes lo he vivido en propias carnes. Realmente era maravilloso. Lo que yo recuerdo con mas cariño, es la vuelta a casa, cansada pero animada y feliz. A una casa caliente con estufas de leña o carbón, a tomar una taza de chocolate bien caliente. Era una sensación fantástica, que no quiero volver a olvidar.

Gracias por devolverme un trozito de mi vida, que hacía mucho, pero mucho tiempo que no recordaba.

Anónimo dijo...

Hola Gata Negra.
Qué comentario tan gratificante me has dejado!
Cómo me alegro de que hayas recordado con alegría los buenos ratos de tus juegos en la nieve.
Este pots fue escrito para describirle a un amigo ( moreno 71 ) cómo es la nieve , cómo se lo podría pasar si viniera con nosotros, sus amigos, a jugar como niños en la nieve.
Gata Negra, otra vez, gracias por tu comentario, es muy bonito pensar que he conseguido algo bueno con este cuento, algo bueno a mayores del placer de escribirlo , ya que para mi también ha sido motivo de añoranza de mi infancia.Un biquiño desde Coruña
Diana

Anónimo dijo...

A ti!! Y me alegra que mi alegría haya rebotado hacia ti, eso es lo bueno de hacer felices a otros, que rebota y se agranda.

Besos

Anónimo dijo...

Pues Diana, puedo asegurarte que lo primero que hago cuando me levanto es meterme en la ducha, y antes de acostarme en la noche, también.

Atentamente
Bandolero El Tempranillo

Anónimo dijo...

Pasaba yo por aquí con el simple fin de estar estando. Entre el encanto del cuento y el frío de la nieve, me he debido espabilar y me he dado cuenta de que estaba en casa de mi amiga Diana. Y leyendo un lindísimo cuento.
Yo, que soy de tierra adentro, algún día te contaré el susto que me llevé cuando descubrí el mar.
Por de pronto, vayan contigo mi cariño y un beso.
Octavio.

Anónimo dijo...

Diana, borra el comentario de Jojosho, el enlace donde dice "See Here" y el del nick llevan a quíen entre a una pagina con spyware. Más que nada por si alguien no lo sabe y clika en ellos, que sepa que se queda con el virus...

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Pablo Folgueira Lombardero dijo...

Un texto muy bonito. Es gratificante leer una historia que nos devuelve a la infancia.
Un beso.

Más Entradas con estas Etiquetas



 
Un diseño de: La Blogueria