Un Batín y unas Pantuflas




Hola.
Hace frío; demasiado frío para estar en primavera.
Pero por fin estoy en casa que es donde mejor se está. Claro que unos están mejor que otros, o se lo montan mejor que otros. Os cuento.
Decía que hacía frío, acabo de llegar de la calle y hace una tarde de perros ( no sé porqué se dice éso cuando hace mal tiempo , si los perros son tan cojonudos que hasta nos consideran sus mejores amigos) bueno, que hace una tarde horrible.
Vengo de llevar a un amigo a visitar a unos señores ya de edad, a los abuelos de una joven que ha fallecido.
Para él era una forma de demostrarle el cariño que sentía por la finada y el aprecio por ellos. Para mí un compromiso de obligado cumplimiento, ya que mi amigo no tiene coche y yo tenía tiempo libre.
Llegamos a la casa de estos señores y se notaba tristeza y dolor por doquier,a pesar de ello, la señora hizo lo posible y casi lo imposible para que nos sintiéramos cómodos ( como si se pudiera uno sentir cómodo ante el dolor de alguien), para que nos sintiéramos cómodos y supìéramos lo agradecidos que nos estaban.
Decía que en la casiña se estaba como dios y aclaraba que unos mejor que otros porque fue lo que sentí cuando llegué a esa casa.
Eran apenas las 20h. y el hombre de la casa estaba en el sofá, con su batín y sus pantuflas y la señora de la casa vestida de luto riguroso, algo que además de una costumbre, significa el dolor que la embargaba, era la que se encargaba de recibir adecuadamente a los allegados y no tan allegados que por su casa pasábamos.
Como yo no los conocía y francamente mi dolor no era tal, bueno sentía la pena propia de quien ve sufrir, pero nada más, tenía libre la mente para “ver” lo que pasaba y preguntarme porqué pasaba.
No es que sea Sigmund Freud, sólo que no tenía otra cosa que hacer y me dedique a hacer conjeturas.
Llegué a algunas conclusiones ¿?.
La señora llevaba al menos dos días de dolor, de trabajo en la casa, de atender a la gente y ahí estaba, vestida adecuadamente y siempre dispuesta para atender a quienes por allí íbamos.
Con un rictus de dolor nos ofrecía un café o un pedazo de tarta, (Todavía se conserva la costumbre de ofrecer de comer y de beber en las presentaciones de pésame).
Pobre abuela, cómo quedaría al final del día?. De dónde sacaba fuerzas esta mujer mayor para estar al pié del cañón?
No lo sé, pero si sé que sentí admiración por ella y mi pena por su pérdida aumentó. Sabía que cuando todos nosotros nos fuéramos, tal vez ella tuviera que soportar el peso del dolor sola, en la cocina, en el cuarto, no lo sé. Lo que sí sentí es que no iba a pasar las horas sentada en el sofá de su salón en bata y zapatillas.
Y es que algunas personas guardan su dolor y cumplen con lo que consideran su deber y muestran una entereza digna de admiración. Al menos por mi parte.
Dejo para quien quiera la interpretación (si la hay) del porqué ella no tenía sus pantuflas puestas.
Bueno, ya llevo un rato en mi casiña ya entré en calor y me siento de maravilla por estar en ella.
Es buena verdad que el derecho constitucional de poder acceder a una casa ( lo de digna es a criterio ) ha de ser de obligado cumplimiento.
Un beso y no me hagáis mucho caso, que cuando no sé qué hacer sé que hago el bobo y cuando lo sé hago el tonto (qué pena de mujer)
Ya os digo. un biquiño.
Diana

18 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, Diana!

No sabría decirlo con certeza, pero me parece que la actitud de la señora podría ser más bien su forma de enfrentar la situación. El distraer su mente del dolor asumiendo su papel de anfitriona de quienes le visiten.

El atender a dichas visitas puede ser más una atención a sí misma que a las personas que dan el pésame. Una forma de evadir la triste realidad.

Abrígate bien en ese frío marzo que estás teniendo, y recibe un abrazo.



Gerardo.

aaaa dijo...

Se me ocurre que quizás la abuela todavía no era "consciente" de lo que le ha ocurrido, estar bajo el shock ¿Esto me ha pasado a mi? sobrevivir a un hijo o a un nieto que por ley de vida no es lo normal, es bastante difícil de sobrellevar, supongo que cuando los días pasen, quizás el dolor y la angustia vayan dejando su huella en esta buena señora, y es entonces cuando hacen falta las visitas, o sentirse acompañado.

bss

Anónimo dijo...

Hola Moreno( por fín sé tu nombre!)
Sí, seguro que es una forma de enfrentarse al dolor, pero también percibí ( tal vez sea dada mi forma de ser ) otras connotaciones .
No te dice nada el título? Me alegra que hayas vuelto a verme, te echaba de menos.
Un besiño Gerardo.
Diana

Anónimo dijo...

Hola amiga Rafaela!
_. Creo que la abuela era muy consciente , tanto como que tal vez sabía que si ella no "estaba", no etaba nadie.
Te digo lo mismo que a Moreno, el título. Ahí es donde mi mala cabeza se centró.
Niña, siento lo que me dices, y en honor a ti, te prometo que la próxima semana voy a ir ha tomar un café con la señora. No sé cómo me presentaré, pues yo no la conocía, pero ya se me ocurrirá algo.
Un biquiño Rafaela.
Diana.

Anónimo dijo...

Quizás la abuelita atendía las visitas con esa atención por cortesía, y lo que realmente le apetecía era estar sola y tranquila, llorando su pena. Pero a veces no nos podemos permitir esos "caprichos" y tenemos que atender a los que vienen a vernos, por compromiso.

Por otra parte, creo que las visitas le vienen bien, porque así no se puede permitir hundirse.

:)

Anónimo dijo...

Hola Gatiña!
Sí, ésa fue mi impresión, que la señora prefería estar a solas con sus pensamientos, con su dolor y tal vez llorar su pena.
Sí, ésa fue mi impresión, pero ahí la tienes, al pie del cañón, atendiendo a los que allí estábamos y guardándose para sí misma sus más íntimos deseos.
Ella no se puso su bata ni sus zapatillas.
Ella estaba allí.
Un biquiño y no te olvides de intentar otra vez que hablemos por el mini chat.
Diana.

humberto acciarressi dijo...

Querida Diana: Perdoname, pero ocurre que recién hace un rato me liberé del trabajo en el diario. Y claro, antes que nada, me pegué una vuelta por tu bello blog (entre otras cuestiones, muy bien editado) para agrdecerte las visitas. Y ahora que estoy aquí, prepará una buena picada y café, que me pienso quedar un buen rato. Antes de olvidarme: estás linkeada en mi blog. En cuanto a la entrada, dejame decirte que más allá de lo que pasaba en la casa del velorio, lo realmente importante es lo que te pasó a vos. Y que además lo contás muy bien. Así sea como observadora al comienzo, cuando uno se fija en otro, es inevitable -en un punto- no sentir que todos nos parecemos en el dolor. Por eso, me parece, es que decís que tu pena aumentó. Y como soy escritor y no psicoanalista, me encantó la frase "por qué ella no tenía sus pantuflas puestas".Lindo comienzo para otro relato. Te mando un beso muy cariñoso desde Buenos Aires y, como ya anuncié, me quedo recorriendo tu hogar. Con tu permiso.

Anónimo dijo...

¡Qué bien escribes! Sigo tus pasos en las historias contadas. Me gusta tu casa.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

Hola Anónimo. ¿Bolivia?
Bienvenido a mi blog, tu casa.
Gracias por visitarme y por tu comentario.
Me gustaría poder nombrarte, si no te importa, es más bonito y hace camino a la amistad.
Como quiera que sea, de nuevo: gracias.
Diana.

Unknown dijo...

Ella no podia tener puestas sus pantuflas, no era correcto para sus invitados. Esas personas tienen una dignidad especial, y son dignas hasta en el dolor de la muerte.
Nunca la conoceré, pero me has hecho apreciarla.
Bicos
Rafael Toro

Anónimo dijo...

Sí Rafael, has dado en el clavo. Dignidad.
Éso era como un áurea en ella.
Tal vez por éso yo me quedé prendada por esta mujer, por cómo llevaba su pena, por que no se escondía.
Éramos un pequeño grupo de personas, pero mi atención sólo estaba en ella.
Gracias por tu comentario y por tu conversación.
Un biquiño paisaniño.
Nos vemos.
Diana

Unknown dijo...

Una experiencia triste y tensa. Yo nunca sé cómo actuar en estas situaciones, no se me da bien dar pésames ni consolar. Soy una persona que no expresa demasiado la pena(nunca lloré en público), quizás por eso me cuesta más hacer algo en estos casos.
Disfruta del domingo, espero que haga tanto sol como aquí.
Besos

Anónimo dijo...

Hola Galeguiña!
Suasana, no eres la única que no sabe muy bien cómo actúar en estas circunstancias.
Creo que lo mejor es ser discreta y no agobiar a los interesados.
Niña, estamos teniendo un invierno tardío do carallo.
Llueve, graniza, hace un frío que te cagas y por si ésto fuera poco, hay mucho viento.
Claro que según me han dicho, por tu zona el tiempo es más benigno.
Un besiño.
Feliz día.

Anónimo dijo...

Coño, te pones feminista hasta en un velatorio. Lo que pasaba es que el pobre abuelo llevaba las pantuflas porque tiene juanetes, y es un poco arisco porque sabe que según las estadísticas va a dejar en breve a su señora en estado de viudedad. Y a la abuela le encantan las relaciones sociales y por eso recibe a las visitas. Yo también soy un viejo arisco y con pantuflas y le comprendo al abuelo.
Muy bueno tu post.

Anónimo dijo...

Hola y bienvenido.
Ya he visto tus fotos y casi que me muero de la envidia.
Mira que si me muero hay otro velatorio y a ver quién iba a ponerse una cómodas pantunflas.
Has "visto" con exactitud lo que yo vi aunque no lo dije. Gracias.

Coño, te pones feminista hasta en un velatorio

Y, es cierto que soy feminista, tanto que pienso que en el mundo sólo hay una cosa mejor que un hombre. Adivinas cuál?.
A la abuela le encantan las relaciones sociales, pero no creo que en esas circunstancias.
Supongo que preferiría estar jugando la partida dominical,( como hago yo , probiña viejita yo)
Otra cosa Amado. No sé si eres arisco ( casi que no me lo creo), no sé si te pones pantuflas, éso sí que puediera ser. Pero lo de que eres viejo, éso más bien me parece que me está bacilando en venganza a el sutil alusión a los de tu género en mi post.
BIENVENIDO.
Un biquiño.

Pablo Folgueira Lombardero dijo...

Un texto muy emotivo y muy interesante.
Muestra dos formas de ser muy diferentes (o eso me parece a mí):
- Por un lado, la señora, que mantiene la entereza en los momentos más dolorosos.
- Por otro lado, el hombre, que no se levanta del sofá aunque haya un velatorio, que no cambia su rutina por ningún motivo.
Y por supuesto, todo esto está contado con mucho talento.
Un beso.

Hoy quiero contarte dijo...

Hola Diana: He leido tu entrada, como tu decías. Me ha gustado mucho por dos partes, por la de la persona que lo cuenta, que demuestra una sensibilidad especvial delante de ciertas situaciones (por lo tanto, felicidades) y por otra parte, la de la persona contada: la señora. Eolla sabe que ha perdido alguien importante, alguien que no tiene sustitución, alguien único que deja un vacío que nada ni nadie va a volver a podre llenar.
Pero también es consciente de otra cosa: que eso no le da derecho ni permiso a perder su dignidad ante la vida y los demás ni su respeto ante ella misma. Perder eso sería perderse ella misma.
Hay muchas maneras de enfrentarse al dolor, al vacío. Incluso puede haber diferentes fases en un mismo acontecimiento, pero ciertamente el mejor no es refugiarse en un batín y unas zapatillas, sino mantener esa dignidad de persona aunque sea en vestido de luto.
Mi más profunda admiración por la señora y, con todos los respetos, me parece que los invitados no tienen nada que ver en todo eso. Esta señora mantendrá su vestido de luto (su dignidad, su orgullo en el buen sentido, su SER persona) aunque no haya nadie mas en la casa.
No se si es el tipo de comentario que me pedías, pero es lo que me ha sugerido el leer tu texto.
Un bikiño para ti.

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