Lo que nos queda por vivir


Solos

Se miran, sonríen y siguen con sus cosas.

Él lee el pariódico deportivo, ella un libro que le regaló su hijo al marcharse.

...Y, ésto es lo que hace que no pueda concentrarse en la lectura. Allí donde debería de haber un montón de letras que unidas entre sí formaran palabras, que unas junto a otras hicieran frases, que éstas más las siguientes configuraran la historia que el autor quería contar, ella, Clara, sólo veía una hoja llena de letras que bailaban como festejando una alegría que ella no entendía.

No tenía un libro, tenía un objeto, un objeto que le recordaba que su hijo se había ido.

Primero Luisa, luego Carlos y ahora Felipe. Sus tres hijos se habían ido, habían, como no cabía esperar otra cosa, empezado a formar su propia vida.

Clara pensaba que desde muy joven había sido educada para criar a sus hijos, para dedicarles la vida, a dejar todo por ellos... por su marido.

Clara había sido muy feliz haciéndolo, pero ahora....

Ahora pensaba que nadie le había enseñado a recuperar su propia vida. No sabía volver a vivir su vida, no sabía en qué emplear su tiempo, vivir sin sus hijos.

No sabía cómo decirle a su esposo que lo necesitaba. Que volvía a necesitarlo. Se sorprendió a sí misma con este pensamiento: necesitaba de nuevo a su marido. Pero él... Estaría él dispuesto a volver a ella, a aceptarla?

Era consciente de que durante años, muchos años, se había "olvidado" de su esposo. Ella había sido una buena madre, y para casi todo una buena esposa, pero había determinadas cosas en las que apenas había pensado durante los últimos años.

Clara se sentía perdida, tantos años viviendo para que sus hijos vivieran que ahora que sus hijos vivían, ella no sabía vivir.

Él lee el periódico, bueno, éso es lo que parece, porque Daniel no está leyendo. Daniel como hace muchas veces, mira a su esposa y se pregunta qué piensa, porqué está tan triste, qué podría hacer para evitarlo. Se pregunta qué puede hacer para recuperar a su esposa, recuperar la alegría de estar juntos, solos y juntos.

Daniel también está perdido, solo, e impotente ante el vacío que ha quedado en sus vidas.

Tampoco nadie le ha enseñado que además de trabajar y trabajar,iba a llegar el momento en que tenía que vivir lo que le queda por vivir. Nadie le ha enseñado.

Siempre pendiente de trabajar, de que a los hijos no les faltara de nada. Pero ahora... Y ahora?

Clara suspira y mira a Daniel, su Daniel. Lo ve envejecido y piensa que no se enteró cuando se hizo viejo. No tenía tiempo de verlo, tenía tres hijos y una idea fija: criarlos.

Y ahora Clara empieza a sentir que necesita de nuevo a su marido. Clara sabía lo mucho que había cambiado su cuerpo, lo poco que ella se "ocupaba" de su cuerpo. Ahora que tenía tiempo se miraba algunas veces al espejo y no se reconocía. Daniel estaba viejo y ella... cómo la veía a ella su marido?

Daniel mira a Clara y siente que deben de volver a ser ellos dos, otra vez ellos dos. Que sólo así pueden seguir con su vida, una vida que ya empieza a entrar en su recta final.

Pero que es una larga recta y quiere vivirla. Ve cómo Clara ha cambiado, ya no es la alegre chica, ya no la joven madre de sus hijos. Clara es ya una mujer madura que ha estado ahí todos estos años y él casi ni la veía: tenía que trabajar, trabajar y trabajar.

Daniel ya no trabaja, Clara ya no tiene que cuidar de los hijos y juntos y solos ven pasar las horas, los días, las noches.

Los días son largos, las noches más largas y ellos no saben qué hacer con unos días y unas noches que de repente parece que ya no son las dos divisiones de 24 horas, si no dos unidades de muchas horas.

Se miran, Clara y Daniel se miran y sonríen.

No lo saben, pero los dos entán pensando lo mismo: hoy es un buen día para que hagamos que sea nuestro primer buen día de nuestra futura buena vida.


17 comentarios:

Antonio dijo...

Clara y Daniel han encontrado a alguien capaz de empatizar con sus problemas.

Todos los que, como ellos, lean esta pequeña gran historia, sentirán el alivio de saber que no están solos.

Gracias en sus nombres, y gracias por tu visita a mi Perrera; recuerdos a tus angelitos con rabo.

Galicia siempre adelante.

Pedro Delgado dijo...

Los que ya hemos pasado los sesenta y cinco sabemos lo importante que es tener un apoyo en alguien que te comprenda, que te respete, que te apoye en los malos momentos y que celebre contigo los buenos. Yo tengo esa suerte.

Me ha encantado tu cuento.

Saludos flamencos desde Cáceres.

Pablo Folgueira Lombardero dijo...

Preciosa historia, como siempre.
Dos personas que siempre han estado juntas, pero que tuvieron que cumplir con otras obligaciones a la vez.
Ahora, después de tanto tiempo, sin otras obligaciones que cumplir, pueden volver a estar juntas sin que nada más les estorbe. Los dos piensan en lo mismo, pero no lo saben. ¿Serán capaces de continuar siendo sólo ellos dos, sobreviviendo al llamado "síndrome del nido vacío" que se siente cuando los hijos se van? ¿Podrán volver a estar juntos siendo uno para el otro?

Diana dijo...

Hola
--Antonio, graciñas por volver.Por volver y por los recuerdos de nuestros amiguiños os cans.

--Pedro, me alegro de que tengas con quien compartir. Que seais muy felices. Ando buscando algo para escuchar de lo que me recomendantes, ya te contaré.

--Pablo si se "encuentran" seguro que superan el síndrome, juntos lo harán. Por separado se hace muy cuesta arriba.

Un biquiño para loa tres desde Coruña.
Diana

Diancecht dijo...

Y yo que pensaba que como hijo era una alegría para el hogar, me estoy empezando a sentir mal ..

Unknown dijo...

Hola Diana!
Muchas gracias por acordarte siempre de mi! Qué tal va el verano? Estas dos últimas semanas fueron muy malas para mi, pero ya todo se arregló, por eso anduve ausente.
Disfruta del verano junto al mar, cómo lo echo de menos!
Besos.

Joan Canal dijo...

Hola Diana, tus historias siempre llevan consigo el meditar, y esta no es para menos, creo que es la realidad de mucha gente y lo malo es que de todo esto te das cuenta cuando ya han pasado el ecuador de la vida y muchos años irrecuperables.
Un beso.

Diana dijo...

Hola

--Susanita Cómo no me voy a acordar de tí? Si eres un cielo. El verano muy bien.

--Dian, seguro que eres la alegría de la huerta, digo de la casa.
Bobiño.
--Joan, gracias por volver! La verdad es que yo he visitado tu blog y admiro mucho tus fotos.
Joan, hemos de mirar de vivir mientras hacemos que los demás vivan.
Verdad?
Un besiño. Un besiño para todos.
Diana

Verdial dijo...

La de veces que me he imaginado a mí misma en esa situación, y me he preguntado lo mismo ¿qué será de nuestras vidas cuando se vayan los hijos?
Ese momento aún no ha llegado, pero me he sentido totalmente identificada con los pensamientos de ella, con su casi obligada dejadez, con su vida medio abandonada por darse a los demás...

Y mira, siempre he imaginado un final como el de tu relato.

Porque tu relato es de lo más real.

Besos

Sara dijo...

PUFFFF!!! sin palabras, como la vida misma, pero tú lo cuentas todo tan precioso!!!me ha encantado Diana.
Por eso... hay que empaparse de la nueva asignatura de la felicidad de la que hablo en mi blog jajaja, que hay demasiadas Claras y Danieles por el mundo.

Un abrazo amiga

ISABEL TEJERA CARRETERO dijo...

Es la primera vez que te leo y me doy de cara con una historia que conozco muy bien Es difícil muy dificil seguir caminando juntos cuando tanto tiempo se ha ido por caminos distintos y a la vez complementarios. Pero si a la persona que ha envejecido junto a ti la quieres se encuentran formas de hacerselo saber, aunque al principio no se encuentren las palabras.
Una historia para reflexionar y tnerla muy en cuenta
Desde Cataluña un saludo

Diana dijo...

Hoal
--Verdial, seguro que cuando llegue el momento, estarás no sólo preparada, si no acompañada y el vacío no será tal.
Verás que sí.

--Sarña bienvenida de nuevo!
Ya vi tu post y ya lo medité. Quiero ir a esas clases.

--Driada, graciñas por tu visita.
He visitado tu blog y volveré para deleitarme con tus poemas.

Un biquiño a cada una de vosotras desde Coruña.
Diana

Layla - Noche Hermosa dijo...

Hola Diana, encantada de conocer tu tan especial espacio...q hermoso escribes...me quede prendada del relato del anillo de maría..muchas gracias, por visitarme...me volveré asidua lectora de tus textos.

Saludos Nocturnos desde Venezuela.

Anónimo dijo...

No soy muy asiduo a la lectura, pero estos relatos, si que son mas que buenos... ya tienes un fan!!!
Me imagino dos viejitos tan cerca pero tan lejos...
Saludos desde México

Diana dijo...

Hola
--Noche hermosa, gracias por visitar mi blog. Espero que te gusten mis relatos.Sí, visité tu Noche Hermosa y me pareció ten hermosa como los poemas que en ella hay.
Gracias a tí, por ofrecérnosla y por visitarme.
--Daniel, si después de leer un relato (el que sea; ya he visto que has leído varios) si después de leer cualquiera de ellos vuelves y deseas leer más, habré hecho realidad mi mayor ilusión secreta.
Sí Daniel, los viejitos estaban tan lejos...pero tan cerca!!- Gracias por tu visita, por tu lectura, por tus palabras.
Me encantará que vuelvas y lo leas. Me encantará comentar contigo lo leído.
Desde Coruña un biquiño para los dos, Para Noche Hermosa, para Daniel.
Diana

Fernanda dijo...

Me encantó Diana, como siempre tu relato tan bien contado y real. Hermoso además el final que le has dado.
Muchos cariños

FERNANDA

Sirena Varada dijo...

Querida Diana, este relato me parece terriblemente triste pese al sesgo optimista que le das al final.

En la recta final no habrá más horizonte que lo que permanezca junto a nosotros... sólo como una tabla de salvación.

Besos para ti y para Vane

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