Y... es que era su manta!


Mario está muy cansado. No sólo por el trabajo, lo está también porque el estrés al que se ha visto sometido durante toda la tarde, lo ha dejado agotado. No en vano lo ocurrido le ha resultado muy penoso y traumático.

Nunca había visto un cadáver, ni mucho menos lo había tocado.

Ahora que estaba en casa, sólo cabía esperar que el día acabara y la noche trajera el merecido descanso y el olvido.

La muerte de Celsius había sido instantánea, al menos eso creía él. Sentía una gran pena por Celsius, pero no se sentía culpable de su muerte, tal vez de su rápido entierro y de que no lo velaran, pero no de su muerte.

Él no tenía la culpa de que estuviera en su garaje, algo que dicho sea de paso no entendía, no era culpable del golpe que le había dado con el coche. No, no lo era.
Qué cruel experiencia!

No sabía qué hacer con él. Lo que sí sabía era que no podía dejarlo ahí, que por todos los medios tenía que evitar que la vecina del 5ºA, la señora Encarna, se enterara. La vecina del 5ºA era también la dueña de su adosado y no creía que le gustara saber que él había matado a Celsius.

Mario decidió, por el bien de ambos, que la señora Encarna no supiera nada. Mejor que piense que se ha marchado a que sepa que ha muerto. No hay más que hablar, lo enterrará y así nadie tendrá problemas.
Mario no sabe cómo librarse de éso y queda ahí parado; ha de pensar...

Tronco, su viejo pastor alemán, lo ha oído y no deja de ladrar, no entiende por qué no ha subido a buscarlo para dar el paseo diario.

Después de mucho mirar el cuerpo inerte y cansado de oír a su perro ladrar, entra en casa y sin pensar en lo que hace, baja de encima del armario una caja y notando que está muy fría, coge de la cesta de Tronco la manta. Hace tiempo que pensaba comprarle otra ya que ésta ya está muy gastada, así que para envolver el cadáver de Celsius, bien vale.

Cuando lo tiene todo preparado espera que se haga un poco más tarde y luego se dirige al lugar en el que piensa deshacerse del cadáver.

Con Tronco corriendo contento a su lado, llega al lugar elegido. No es que fuera un trabajo descomunal, pero el pensar que alguien podía verlo, el hecho de estar enterrando un cadáver y el saber que pronto tendrá que vérselas con la señora Encarna, hace que el cansancio y el estrés lo agoten.

Bueno, ya ha pasado todo, ahora a esperar que llegue la noche y traiga el necesitado descanso y el esperado olvido.

Deja a Tronco jugando en la pequeña parcela y entra en la casa para relajarse.

Ya se ha duchado y se dispone a cenar cuando suena el timbre.

Mario sabe que es la señora Encarna, no la ha visto, pero lo adivina. Y... sí, es la señora Encarna, que muy apenada le cuenta que lleva todo el día buscando a Celsius, que desapareció en un descuido por la mañana, que nadie ha sabido darle cuenta de él.
Mario le dice que lo siente, que es una pena y que tal vez salió a dar un paseo, que tal vez pronto vuelva.

La señora Encarna no lo cree, tiene la esperanza de que así sea, pero no lo cree.
Mario se siente conmovido por la preocupación que tiene la señora Encarna, pese a ello, no le queda otro remedio que sobreponerse y seguir consolándola a pesar de que desea con toda su alma que se vaya.

Ya está la señora Encarna a punto de irse, agradecida por la atención que le ha prestado Mario, cuando llega Tronco dando ladridos de felicidad y mostrando orgulloso lo que considera su propiedad, lo que cree que su dueño se olvidó en el campo, está feliz porque sabe que le va a agradecer que lo sacara de entre la tierra y que la trajera de nuevo para casa, que es donde debe estar, sabe que su compañero le dará por ello un buen hueso de caña.

Tronco feliz y contento deja caer a los pies de Mario, delante de la señora Encarna, la mantita de su cesta. En ella hay trozos de algo no identificable y unas hermosas plumas algo rotas y manchadas de tierra.

Mario se queda petrificado, mudo y sin aliento. La señora Encarna lanza un gritito y se desmaya.

Tronco, satisfecho, los mira.


13 comentarios:

Diancecht dijo...

No hace falta ser perro, todos tenemos algún compañero de trabajo que ha hecho algo parecido delante del jefe.

Diana dijo...

Hola
Dian, los Troncos de nuestra raza, son algo peores, yo diría que mucho peores.
Tronco sólo pensaba en restañar un olvido de Mario, los "otros Troncos", a los que tu haces alusión, sólo pretender dañar al prójimo.
Un biquiño y si pillas vacas, que las disfrutes, si no, por aquí nos vemos.
Diana

Fernanda dijo...

Nunca te metas con las pertenencias de un perro.....
La verdad que me hiciste reir un rato Diana.
Genial como siempre.
Un abrazo desde Florida

FERNANDA

Pablo Folgueira Lombardero dijo...

Estupendo y con un final sorprendente. Me encanta.
Besos.

Diana dijo...

Hola.
-Amiga Fernanda, tienes razón, no se debe una atrever a usar "para nada" las propiedades de nuestros amigos los perros. Nos pueden dar sorpresas.
Un biquiño muy cariñoso desde Coruña.
-Pablo, siempre tan amable y adulador.
También un biquiño para tí joven amigo.
Esperamos tu nuevo blog, no nos tengas más en ascuas, anda sé bueno.
Gracias a los dos.
Diana.

Sara dijo...

Diana genial!!!lo mismo nos hacer reir, que llorar, que soñar...muy buena historia.
Vengo a despedirme hasta mediados de julio, me voy a la playita, que ganas!!!! a la vuelta nos vemos...y seguiremos compartiendo mis momentos decisivos y tus buenas historias.
un abrazo amiga

Diana dijo...

Hola
Sara gracias por pasarte por aquí antes de irte.
Felices vacaciones; que las disrutes y que te llenes de arena hasta la coronilla.
Un besote para todos vosotros.
Diana

Anónimo dijo...

Buenas. Tiene razón el amigo Voro es bueno leerte. Volveré
Le doy las gracias a Voro por presentarnos y a ti por entretenernos.
Os esperamos a todos en nuestra pagina.
Dede Colombia y en compñía de muchos niños.

Luna Carmesi dijo...

Pequeña insconsciencia de Tronco... No malas intenciones tenia el pobre...
;-)

Besos!

Marvin Pacherres Lara dijo...

bella historia. eL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE

Diana dijo...

Hola
-Luna Carmesí, gracias por volver.
-Marvin gracias por tus palabras y por tu visita.
Un biquiño desde Coruña.
Diana.

Sirena Varada dijo...

Querida Diana, ¡qué facilidad para escribir y qué prolífica! En cuanto me descuido encuentro que he perdido el hilo y tengo que ponerme al día.
Me encantan las historias que tienen a los animales como protagonistas; son las más espontáneas y también sorprendentes ¿Será porque ellos no saben mentir?

Diana dijo...

Hola Sirenita.
Coincido contigo en el gusto por las historias en las que intervienen nuestros amigos los animales.
Gracias por todos tus halagos y de parte de Vane (ya me dijo que te lo dijera) un bico muy grandote.
Yo desde Coruña te mando un montón, que para eso eres más amiga mía que de ella (o no?)
Diana.

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