Qué a cambio de todo?

Mientras el fuego de la chimenea sigue calentando la estancia, Ana sentada en un cómodo sillón mira a su marido consciente de no poder evitar hacer comparaciones.
Hace tiempo que sin querer y en cualquier momento se encuentra a sí misma haciendo unas tristes y humillantes comparaciones. Le duele el alma sentir que la agradable y confortante habitación no le calma la tristeza que la apatía ha instalado en su vida diaria.
Su marido está entretenido leyendo el periódico y al pasar cada página mira para ella y le sonríe. Una sonrisa de conformidad, lo que acentúa aún más la sensación de vacio que reina vida.
Ana sigue acurrucada en el confortable sillón del amplio salón y mentalmente lo compara con el desvencijado sofá del pequeño apartamento en el que vivió con sus antiguas compañeras y la sensación es mareante. Nota que está a punto de llorar, que se ahoga.
Quiere volver a vivir, quiere recuperar su viejo apartamento.

Todo comenzó cuando ganó aquel concurso de belleza en los grandes almacenes en los que trabajaba.
Sus amigas y ella se presentaron para divertirse más que para otra cosa y, sin proponérselo ella salió elegida. Como no se lo había tomado en serio, no habían leído las condiciones del concurso, así que sin esperarlo se encontró con que le esperaban nuevos concursos, viajes. Se dejó llevar y cuando se dio cuenta, había llegado a ser una bella marioneta en manos de los organizadores de estos eventos.
Ganó cada uno de los concursos a los que la llevaron, se pasaba el día como en una nube, la vestían, maquillaban y peinaban, estaba en una burbuja en la que se fue alejando de todo lo que hasta entonces había formado parte de su vida. Una vida que ahora añoraba hasta sentirse ahogada.
A los concursos de belleza le siguieron eventos sociales, viajes y compromisos para los que nunca había sido preparada.
Cuando Hernesto, el dueño de uno de los hoteles en los que se alojaba le propuso iniciar una relación, Ana pensando que el hada madrina de las novias la había visitado y que él era su príncipe azul, aceptó. Todo se volvió más relajado, se fueron acabando (nunca supo cómo lo había conseguido Hernesto) los compromisos publicitarios, los viajes, el estar con gente que no conocía. Todo se fue acabando. Todo. Todo.
Ana aún no sabía hasta qué punto se fue acabando todo.
En poco tiempo se casaron y los dos años siguientes fueron calmados y entretenidos esperando un embarazo que nunca llegaba.
Ana había dejado de sufrir los estresantes días de su fulgurante carrera de concursante-modelo y ahora sufría las largas y cada vez más numerosas ausencias de un marido al que casi no veía y del ahora sabía que dependía para todo.

Sí, Ana quería volver al viejo sofá, a los buenos amigos, a su viejo empleo, a su vida llena de sorpresas, agobios financieros y salidas en grupo.
Para qué tanto lujo, tanto tiempo? Ana miraba su entorno y comparaba lo que tenía, con lo que había perdido. Quiero, ¡oh dios mio!, vivir. Quiero reir, no torcer la cara en un gesto. Quiero estar rodeada de mis amigos, no de un frío lujo.
Cambio todo esto por todo aquéllo.
Cada día Ana, intentaba convencerse de la suerte que había tenido, de que tenía todo lo material que podía desear, que para ser feliz sólo tenía que desear lo que tenía.
Siempre podía volver a su antigua vida, a sus viejos muebles, a sus queridos amigos. Siempre podía.
Pero Ana seguía atrapada en una soledad y dependencia de la que no sabía salir.
Ana se sentía culpable de no ser feliz con lo que tenía, se creía la causante de su fría existencia. Ana se culpaba de no ser para su marido lo que éste esperaba de ella y mientras Ana se apagaba y no se atrevía a cambiar.
No sabía cómo enfrentarse al futuro, cómo dejar al marido que no es mala persona, pero no es "su" persona.
Ana sigue acurrucada en el sofá y así seguirá .
Sólo Ana podrá cambiar su destino y algún día lo cambiará.

6 comentarios:

Sara dijo...

Dianinaaaaaaaaaaaa! aquí está...aquí llegó como un huracán....
Dile a Ana que se ponga manos a la obra ya....a esa obra que es colosal, la más importante....a reconstruir su vida! que sólo ella puede, sólo ella....pero que se ponga ya, manos a esa obra....que ni la burbuja inmobiliaria podrá con nada jejejejeje.
Preciosaaaaaaaaaa y real....como se puede perder el timón de una vida....pero lo mejor....es que se puede recuperar.
Abrazote inmenso guapaaaaaaaaaa

Diana dijo...

Hola Sarita!
Aquí estouy, no sé si para quedarme o sólo de visita, pero estoy.
Ana tal vez algún día cambie su vida, pero es cobarde e igual se acomoda a la comodidad, veremos.
Cariñín, un besazo.
Desde Coruña.
Diana

Unknown dijo...

Son muy acertados tus comentarios, gracias. Te cuento que mi novela, Detrás de las sonrisas, se editó en España te dejo el enlace de la editoral;

http://www.lafraguadeltrovador.com/
Y la dirección de correo electrónico para solicitarla; fraguadeltrovador@telefonica.net

Pablo Folgueira Lombardero dijo...

¡¡Qué alegría volver a leerte, Diana!!
Te echábamos mucho de menos.
Un beso.

Diancecht dijo...

Si es que ya se echaba de menos.

Dile a Ana de mi parte que cualquier tiempo pasado fue mejor y cuando estamos negativos sólo vemos las partes buenas de lo que ya no tenemos y las malas que lo que sí tenemos. Que tenga cuidado antes de tomar decisiones precipitadas

Diana dijo...

Hola Dianc, hola Pablo, hola a todos por vuestra visita y vuestros comentarios.
Un biquiño desde Coruña.
Diana

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